Un auténtico Nuevo Liberalismo

Augusto Trujillo

En términos políticos, el siglo XX comenzó con la reforma constitucional de 1910 y finalizó con la Constitución de 1991.
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En 1910 líderes políticos y jóvenes que ingresaban a la actividad pública proyectaron mensajes de cambio constitucional que recogió la Unión Republicana. En 1991 ocurrió algo similar. Sectores juveniles y dirigentes de opinión pidieron la convocatoria de una Asamblea Constituyente.

El sector privado del Tolima la propuso desde 1987, antes que lo hiciera cualquier otro colombiano, en documento que reposa en la Cámara de Comercio de Ibagué. El presidente Barco entendió que la política estaba secuestrada y abrió la puerta hacia una nueva Constitución.

En ese proceso fue clave el Nuevo Liberalismo. Se propuso oxigenar la política que, en esos años cruzaba por azarosos caminos. Luis Carlos Galán se comprometió en ese propósito. También lo había hecho Belisario Betancur con su movimiento nacional y antes López Michelsen con el MRL. Pero el proceso constituyente del 91 significó la más amplia apertura política del país en muchos años. Por desgracia duró poco.

A pesar de la nueva Carta Política, el siglo xxi resultó parco, timorato, medroso con los colombianos, en materia de oxigenación de la política y de fortalecimiento de la democracia.

En efecto, desde Cesar Gaviria hasta Iván Duque los gobiernos de los últimos 30 años se han abstenido de abrir las ventanas que instaló el Constituyente para oxigenar la política y modernizar el país. La participación ciudadana, la autonomía territorial, el pluralismo jurídico se están quedando escritos en la Constitución. Otras ventanas se vienen cerrando por decisión de los gobiernos, o de los congresos cooptados o, a veces, por la misma Corte Constitucional.

El país se viene re-centralizando, se viene re- presidencializando; se viene re-polarizando. Viene rompiendo el equilibrio que el Constituyente quiso imprimir entre estado social de derecho y economía social de mercado, con graves consecuencias en materia de equidad. Colombia volvió a ser uno de los países más desiguales del mundo.

En la definición de esas políticas resulta fundamental el Congreso. En Colombia y en cualquier país del mundo. Un Congreso independiente que ejerza en forma cabal el control político, su más importante función. Por eso, elegir un buen Congreso es oxigenar la política, abrirla al ciudadano, regresársela a él. Veo esa opción en las listas del Nuevo Liberalismo. Mabel Lara, Carlos Negret, Sandra Borda, Guillermo Pérez, Yolanda Perea serán un brillante equipo de senadores conectados con la opinión de ese ciudadano común, al cual la Constitución le abrió la puerta del ejercicio político. 

Algunas leyes se la han cerrado, otras le han puesto obstáculos múltiples. La democracia de participación no es fácil de ejercer, pero hay que saber reglamentarla para que funcione. Luis Carlos Galán fue una voluntad puesta al servicio de este tipo de propósitos. Por entonces en el Tolima no era fácil devolverle la política al ciudadano. Estaba secuestrada por los políticos. La Constituyente la liberó, pero ahora volvió a ser igual. 

Guillermo Pérez acompañó a Galán en aquella empresa y hoy lo veo, de nuevo, como en la célebre canción “en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente”. El regreso del Nuevo Liberalismo significa una auténtica re-oxigenación democrática. Su lista al Senado reconforta. Fue un acierto de su Dirección Nacional. 

Elegir un buen Congreso resulta hoy tan importante, incluso más, que elegir un buen presidente.

 

AUGUSTO TRUJILLO

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