El Hombre no vive sino que dirige su vida

Federico Cárdenas Jiménez

Insisto en que el asunto de fondo en el tema de las drogas –y no sólo en este tema por cierto- es la libertad.

Dije en la pasada entrega que el actuar “voluntario” del ser humano no es tan “voluntario” como se piensa y se defiende. Y sin embargo, se escudan muchas de las acciones en una libertad que comenzó a cambiar su forma en esta columna.

Tal vez somos libres pero no en la manera en que creemos que lo somos, tal vez no lo somos pero hemos construido una idea de que sí lo somos.

Esta revisión que he hecho sobre la libertad obliga a tener muy presente que el medio natural del hombre es la sociedad, por tanto un individuo experimenta y ejerce su libertad en relación a otros individuos. Así es que si hay que tener en cuenta la libertad propia y la del semejante, ¿seremos capaces de un vivir juntos con la libertad que cada uno tiene?

Sir Isaiah Berlin, considerado uno de los principales pensadores liberales del siglo XX, hizo una distinción famosa en 1958 entre una libertad a la que llamó positiva y una libertad a la que denominó negativa, y que se convirtió en influencia notoria para la teoría política contemporánea así como para la teoría liberal.

Según el pensador, habría dos formas de abordar y de ejercer la libertad; una primera, la negativa, que tiene que ver con la ausencia de obstáculos para el actuar de una persona, es decir, cuando nada se interpone para que un individuo actúe como ha querido.

Al considerar su probabilidad, inmediatamente se piensa que si el ecosistema natural del hombre es la sociedad, ¿cómo ha de favorecerse la libertad individual a sabiendas que estamos determinados por una convivencia social? o ¿cuáles podrían ser esas circunstancias o situaciones en las que a una persona o grupo de personas se les deje ser o hacer sin que otros interfieran o sin que otros se vean afectados?

Una segunda vía, según Berlin, es la positiva, la cual permite que la libertad se ejerza con efectividad, es decir, cuando la libertad individual se entiende como un conjunto de posibilidades que tiene la persona en medio de unas condiciones propiciadas por la sociedad, la cual es su medio natural.

Entonces ¿hay algo o alguien que ejerce el control o determina que alguien haga o sea? Como respuesta hay un Sí, pero también un No. Cuando se hace un sondeo acerca de lo que para la gente es la libertad, casi todas las personas responden reivindicando el ejercicio de la individualidad –dándole sentido en la libertad- pero criticando a la sociedad por cuanto su individualidad –libertad- se ve limitada.

Es claro que para que usted y yo podamos ser y hacer sin pisotearnos el uno al otro necesitamos establecer acuerdos acerca de un ser y un actuar conjunto. De otro modo no tendrían viabilidad.

Esto significa que para que sea posible un vivir juntos necesitamos marcos no sólo de regulación, sino de autorregulación, que den lugar a la libertad que cada uno tiene de ser y de hacer.

Por eso es tan válida la pregunta que hace Fernando Savater: ¿Existe realmente la libertad? ¿Es algo que tengo antes de saberlo, algo que sólo adquiero al saber que lo tengo o algo que para tenerlo debo renunciar a saber con precisión qué es?

Habrá tiempo para desarrollar cada uno de estos conceptos así el espacio se haya acabado por hoy. Sin embargo, cabe pensar que el actuar “voluntario” del ser humano no es tan “voluntario” como se piensa y se defiende. Tal vez somos libres pero no en la manera en que creemos que lo somos, tal vez no lo somos pero hemos construido una idea de que sí lo somos. Tal vez la libertad no existe pero le hemos dado la vida.

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