Luces, Cámara ¡Fritanga!

Luces, cámara, Fritanga! La adrenalina corre rauda por entre las venas del grupo élite de la policía que en horas de la madrugada desembarcó en la cómplice isla Múcura para dar con la captura del narcotraficante Camilo Torres.

El bacanal matrimonial con el que se encuentran, que para entonces ya llevaba seis días de furor, es el surrealismo elevado a la ene potencia. Los ingenuos asistentes creen que todo se trata de un performance temático que acompaña el show, hipótesis descartada tras el primer grito de “¡Todos al piso!”. Allí en la tarima yace el hombre que quieren, el mismo que se supone estaba muerto para todos. ¡Corte! ¡Se imprime!

Tal parece que tras decenas de novelas que se han rodado sobre narcos, los narcos se sienten viviendo en una novela y el episodio que precedió a la captura de alias Fritanga no desentona con esta idea, pues bien podría ser el capítulo final de alguna de ellas.

Mientras amaina la tempestad mediática de la noticia, bien vale la pena analizar un par de elementos. En primer lugar, qué rol cumple la misteriosa isla Múcura, aquel exótico paraje tan cercano a Cartagena que deja la impresión de no tener ni Dios ni ley, pero del cual hoy se sabe como secreto a voces que es el centro de convenciones y eventos del narcotráfico ¿Realmente el Estado tiene conocimiento y control de los recovecos limítrofes de nuestra geografía o somos ignorantes de la existencia de santuarios del crimen como este?

En segundo lugar, ¿cómo se hizo Camilo Torres a una lista de invitados tan selecta donde incluso se habla de artistas, actores, modelos y prepagos? No nos molestemos en analizar a los cantantes que se presentaron para deleite de Fritanga, ellos a fin de cuentas no son más que mercenarios musicales que le ponen ritmo y voz a la fiesta del mejor postor. Deleznable sí, ilegal no.

Lo realmente preocupante son los asistentes que iban en calidad de allegados del particular matrimonio, ya que deja al descubierto la corrosiva y tenebrosa simbiosis que desde años atrás existe entre el narcotráfico y la farándula. “Farándula”, aquel vanidoso mundillo al que se puede acceder con poder, reconocimiento o dinero. Los políticos tienen el primero, los actores el segundo y los narcos el tercero.

Colombia no puede perder el libreto ni dejarse confundir, pues mientras todos los sectores de la sociedad (incluyendo, por supuesto, al del espectáculo) no cierren filas en contra de los barones de la droga esto va a seguir igual. No podemos difuminar la frontera entre las historias que narran esas insulsas novelas y la realidad que queremos construir. El hecho de que un actor, que, paradójicamente, se hiciera famoso en un papel de sicario, se opusiera a la captura de Fritanga debe hacernos reconsiderar la responsabilidad social que esta hipócrita farándula tiene en nuestro conflicto. Si las cosas son así en el hoy, el futuro que nos depara el mañana no será distinto de los días sin memoria que vivimos en el ayer.

Credito
FUAD GONZALO CHACÓN

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