Amor patrio

Daniel Felipe Soto

Los símbolos patrioteros han sido usados siempre –o casi siempre- para exaltar sentimientos de amor irracional por el lugar donde se nace, por el mero hecho de haber nacido ahí, no más.
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Es algo ciertamente difícil de entender, pretender que el amor o los sentimientos de querencia surjan en el corazón de los seres humanos porque sí, es algo hasta irresponsable y desagradable. Es como exigirle al hijo abandonado que ame profundamente al padre irresponsable que lo dejó al cuidado exclusivo de una madre, y ella sola tener que enfrentarse con gallardía a las dificultades de la vida para sacar a su hijo adelante; y aún así, después aparecer con el descaro de reclamarle amor a su primogénito.

Así es más o menos como entiendo la petición absurda de la esposa del presidente Duque, al intentar que todos los colombianos nos cobijemos orgullosamente con un trapo tricolor, que según ellos, contiene el significado de lo que es ser colombiano. Y con esto, nos olvidemos del desastre de Gobierno que tenemos, de la gran fragilidad de nuestro sistema de salud, y que la corrupción es la base sólida donde se sustenta el poder político en este país. No sé si pretenden o esperan que con izar patrióticamente la bandera, los millones de colombianos que deben elegir entre el confinamiento para salvar sus vidas o salir a la calle a buscar el sustento de su día, calmen el hambre y cesen los ánimos de inconformismo con un Estado que, como el padre irresponsable los abandonó, reclama el amor profundo, ciego e irracional.

Esta semana, la querida Margarita Rosa de Francisco, ante la absurda propuesta, tuvo una idea más apropiada. Como es bien sabido por todos ahora, una de las enseñanzas de esta crisis, es saber que inexplicablemente lo primero que se acaba en los supermercados es el papel higiénico; ella propuso que en vez de colgar inútilmente la bandera en nuestras ventanas o balcones, le diéramos un uso más patriótico-práctico al trapo tricolor y así evitemos el desabastecimiento del preciado papel. Inmediatamente todos los amantes irracionales de lo que ellos denominan Símbolos Patrios, por poco izan a Margarita. Ella sí, motivo de orgullo nacional.

Como están las cosas, en este país es preferible asesinar líderes sociales; violentar a las mujeres; comprar votos en elecciones “democráticas”; tener laboratorios de cocaína en fincas; en fin, todo el prontuario criminal que es nuestro diario vivir, se convierte en una nimiedad al lado del acto “sacrílego”, que según ellos se comete, cuando no entendemos el valor sagrado de nuestros símbolos patrioteros.

Por ahora podemos decirles a las familias desfavorecidas, que mientras izan la bandera, el Gobierno seguirá rescatando el sistema financiero de la gran crisis que se avecina. Mientras los niños pobres admirarán orgullosamente nuestros símbolos patrios, sus padres podrán diferir el pago de los servicios públicos a 36 meses, el gran salvavidas del Gobierno nacional.

Este gobierno, que ahora vincula a la “primera cónyuge” de la nación, raya con el absurdo, con sus ideas infértiles para levantar los ánimos golpeados de todos, hasta encomendarnos a la Virgen de Chiquinquirá en un Estado que se supone laico. Mejor dicho, en su gran incapacidad, Duque prefiere dejarnos en manos de Dios, porque en las suyas claramente nos llevó el (…).

DANIEL FELIPE SOTO MEJÍA

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