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Aunque la alcaldesa de Bogotá, más tirana que gobernante, ya derogó la norma que obligaba a reportar todas las actividades que se hicieran en la calle, con horarios y rutas, en una aplicación de celular que tuvieron la grosería de bautizar GABO, irrespetando la memoria de quien con su literatura tantas veces defendió las libertades ciudadanas; esa norma no era otra cosa que el desarrollo del primer parágrafo del artículo tres del decreto presidencial que enumera las 43 excepciones a la prisión domiciliaria a que nos tiene sometidos y que dice: “Las personas que desarrollen las actividades antes mencionadas deberán estar acreditadas”. Violan el derecho a la intimidad, el derecho a circular libremente y el derecho al trabajo sin que nadie interponga ni una tutela. ¿Dónde está escondida a esta hora la Corte Constitucional que no la vemos objetando todas las barbaridades del tirano de palacio? Y aclaro que “tirano” no es un adjetivo calificativo sino una palabra a cuyo significado de la RAE me apego fielmente pues es quien abusa del poder político. Y un abuso es lo que ha pasado desde el primer decreto en que volvieron al país un arruinado gueto.
Un gueto en el que comienzan a surgir campos de concentración como el de la localidad de Kennedy en Bogotá donde la alcaldesa militarizó la zona, tras prohibir la circulación de autos y personas por 15 días con la excusa de tener 2.500 casos de coronavirus. 2500 casos en una población de 1.2 millones de personas a la que en dos meses no les han entregado ni 20 mil mercados y que hoy no pueden salir ni a sacar el perro porque no fue contemplado en el Decreto de la alcaldesa. Similar población y casos tiene Cartagena sin que tenga medidas tan grotescas.
Como también parece escondido el Congreso de la República dedicado a exaltar carrieles y otras pendejadas menores, no sabemos si ha cumplido su deber constitucional de revisar todos los recientes decretos presidenciales pues no vemos por ninguna parte a nadie hablando de las numerosas inconsistencias que tienen. Inconsistencia mayor por ejemplo cuando deja abrir centros comerciales, librerías, museos, pero no autoriza expresamente que podamos ir a ellos. Y si nos atrevemos a ir: ¿Cómo acreditamos que necesitamos comprar una novela de ficción para no enloquecer con esta realidad, que vamos a ir de compras para estabilizar la depresión o para contribuir con el destruido comercio nacional; que necesitamos ver una pintura en un museo para no ver por un día al presidente; o que simplemente queremos cortarnos el pelo? Distancia social recomiendan sabiamente los epidemiólogos del mundo entero y a cambio nos aplican un vulgar control social que no ha vencido, ni vencerá jamás al virus; y envueltos en el miedo, los sumisos colombianos que ni siquiera dejan salir acompañados, han dejado destruir sus libertades y derechos, los negocios de su sustento y el control de sus movimientos y vida privada, en esta nueva dictadura sanitaria donde hasta los presos de Auschwitz tenían más opciones de tomar aire fresco que los habitantes de Kennedy o los mayores de 70 años prisioneros por decreto.
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