Se vino el TLC

Al cumplirse por fin la presentación del TLC al Congreso por parte del presidente Obama y a juzgar por la rápida votación que surtió en el primer debate a menos de 48 horas de presentado, todo hace pensar que dicho acuerdo será una realidad.

Como dice George Friedman, el bestsel­ler del New York Times “América del Norte reemplazó a Europa como centro de gravedad del mundo (…). Su inherente poderío, además de su posición geográfica, lo convierten en el actor principal del siglo XXI”.

Allí llegamos ahora con un mercado libre, henchidos de poder competir con la potencia mundial, expectantes de lo que pueda suceder con nuestros productos bajo este nuevo escenario y con la premisa de fortalecer el comercio exterior en el lugar en donde está el mayor consumo del mundo.

Pero ojo; para afrontar esos grandes retos necesitamos estar muy preparados, pues esa competencia no se hará con criterio menesteroso ni con pretensiones de inferioridad, será con una competencia palmo a palmo, con unas ventajas competitivas que tienen que ser evidentes y con una capacidad de acción que debe estar a la par de lo que es el mayor mercado del mundo.

Lo primero que hay que hacer es crear las condiciones para que esa igualdad se dé en términos reales y sin desventajas. Necesitamos fortalecer nuestra infraestructura porque según el BID, en Colombia los sobrecostos en transporte representan un 18 por ciento. Mientras que EE.UU. posee ferrocarriles de última generación, aquí los dejamos acabar; mientras allá es posible utilizar en ciertos sitios el transporte fluvial, aquí apenas está comenzando a renacer; mientras allá las grandes autopistas son la característica general, aquí seguimos enredados en una contratación absurda que la corrupción mueve y deja sin los efectos esperados para el desarrollo.

El Gobierno ha dicho que entre el 2012 y el 2020 el país recibirá 95 billones adicionales por concepto de regalías del sector minero; ojalá esos recursos se comiencen a invertir desde ya, teniendo en cuenta la capacidad de endeudamiento que ello genera, para que se actualice la infraestructura nacional del retraso tan grande en que se encuentra.

Un libre comercio sin ferrocarriles de última generación, sin ríos navegables, sin carreteras eficientes, sin puertos suficientes y sin una infraestructura de aeropuertos altamente competitiva, no tendrá nada que hacer en estos escenarios que se plantean. El TLC es una oportunidad, como lo son los demás tratados suscritos en esta materia, pero es necesario ponernos a tono con las exigencias del mercado. Tendremos recursos importantes; aseguremos, de una vez por todas, la inversión que tanto se ha soñado y sin la cual es imposible enfrentar el reto del desarrollo.

Credito
EDUARDO DURAN

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