Armas, licor y drogas

Estas tres cosas son un coctel explosivo que tienen en ascuas a muchas ciudades colombianas, que las lleva a mostrar índices de delincuencia preocupantes y afectaciones graves a la sociedad que tiene que soportar toda clase de fenómenos que descomponen a sus miembros y llega a cobrar valiosas vidas o a frustrar muchas por la causa del impacto presentado.

Diversas propuestas han tratado de presentar los gobernantes regionales para atenuar el impacto de estos fenómenos; desde la prohibición del porte de armas, la limitación al expendio de licores y la restricción de horarios, así como la persecución de los mercaderes de sustancias ilícitas, pero las cifras de casos siguen preocupando.

El Instituto Penitenciario y Carcelario dice por ejemplo que existen 25 mil presos por porte ilegal de armas y el Ministro de Justicia dice que de los homicidios registrados, sólo el cuatro por ciento son cometidos con armas con salvoconducto; los directivos de las universidades se quejan de que los alumnos son cada vez más proclives al uso del alcohol y de las sustancias alucinógenas y que las medidas que el gobierno toma para tratar de atacar el consumo, no alcanzan a tener ningún impacto porque la ilegalidad es la que reina en estas situaciones y siempre termina imponiéndose.


Todo esto hace pensar que el asunto tiene que ir más allá de decretar medidas restrictivas y más bien se debe apuntar a generar todo un instrumento integrador que una la acción decidida de autoridades, padres de familia y educadores, para reforzar el esquema de comportamiento social, que nos lleve a desarrollar acciones individuales mucho más civilizadas y generadoras de bienestar común, que hagan parte de una cultura que muestre a los ciudadanos como sujetos libres de presiones y de conductas desviadas.


Nos hemos acostumbrado a registrar hechos lamentables todos los días, pero no a generar acciones creativas y de fuerte impacto que permitan apartar los peligros de una manera efectiva.


En lo que ha sido la historia de la civilización, podemos comprobar que muchas sociedades pueden purgar sus dolencias cuando efectivamente se lo proponen y cuando esos objetivos se constituyen en verdaderas determinaciones de todos los estamentos que integran la comunidad.


Celebramos que varios mandatarios locales estén asomando estos temas y hayan propuesto algunas medidas, pero el problema tiene mucho más fondo y no se puede abordar con simples propuestas al calor de una campaña electoral o de la iniciación de un mandato, sino que ellas deben tener un profundo estudio en donde las propuestas salgan de un análisis integral que efectivamente apunten a atacar las raíces del problema, con la participación de todos los componentes sociales.

 
Colprensa

Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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