El misterio de los Castro

La cincuentenaria dictadura de Fidel Castro en Cuba, ahora prolongada en manos de su hermano Raúl, aparece siempre llena de misterios, de episodios novelescos y de situaciones penumbrosas y extrañas.

Cada cierta época del año se hace filtrar la noticia de que Fidel está en grave estado de salud, que tal vez se encuentre a punto de morir y que la circunstancia de que hace cuatro o cinco meses no aparece en ningún acto, es la confirmación de que algo delicado le sucede.

La noticia le da la vuelta al mundo acrecentando la popularidad del gobernante vitalicio, y cuando ya se han tejido toda clase de tramas alrededor del episodio, entonces aparece el casi centenario gobernante totalitario, para decir que goza de cabal salud y que todo es una patraña del imperio que quiere verlo desaparecer.

El episodio siempre es el mismo, y la prensa cae, y los incautos ciudadanos del mundo vuelven a introducirse en el cuento para desatar la imaginación, o tal vez para darle cabida a la esperanza.

Nadie cae en la cuenta que todo eso es propio de los enjambres que maneja el gobernante, en donde no da la cara a ninguna situación y todo suele manejarlo dentro de lo enigmático.

En Cuba, ningún ciudadano del común puede salir; las comunicaciones son en extremo controladas, la prensa es oficial, y la libertad de expresión sencillamente no existe, el Internet es un privilegio.

Nadie tiene derecho a preguntar qué pasa con su gobernante y por qué se oculta por periodos tan largos, ni tampoco qué hace en sus ausencias, ni por qué no mantiene comunicación con el pueblo que gobierna.

En reciente viaje a La Habana, le preguntaba a varios ocasionales transeúntes y a conductores de taxi, en dónde vivía Fidel. La respuesta que recibí fue siempre la misma: Nadie sabe.

Es extraño que un esquema tan particular y tan irregular, haya sobrevivido tanto tiempo, en donde a estas alturas la inmensa mayoría de la población cubana, sólo ha conocido un modelo de gobierno y un gobernante en su vida. Eso, definitivamente no es justo.


Credito
EDUARDO DURÁN GÓMEZ (Especial para Colprensa)

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