Los niños víctimas de la guerra

Eduardo Durán

Resulta muy importante, diría más bien, extremadamente importante, que se conozca un estudio definitivo de la forma como han estado afectados los niños en la guerra en Colombia, y cuál va a ser el esquema de reparación que se propone, así como el compromiso de no repetición.
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Es increíble que tantas criaturas inocentes hayan y continúen estando ahí, en medio del conflicto armado, en donde resultan aterradoramente afectadas, en medio de todo tipo de conductas criminales.

Es el caso del desplazamiento forzado, de la extracción de sus hogares maternos condenándolos a la orfandad, en la vinculación sistemática a las tareas de guerra, en la privación a una formación digna para la vida, en el despojo de elementales herramientas de sustento, en la exposición de sus vidas, derivada por múltiples factores, y muchas afectaciones más.

El Icbf dice que en el periodo 2013 -2022, ha atendido a 2.181 niños, que han relatado toda clase de vicisitudes y abusos, en donde según la institución, sus cuerpos fueron “instrumentalizados, convertidos en objeto de deseo, dominio o recompensa”.

Pero a todo ellos se debe agregar el reciente caso denunciado por varias madres, que relatan que fueron obligadas a abortar, e incluso a despojar de la vida a las criaturas recién nacidas, para que no fueran un obstáculo en las actividades propias de la lucha armada.

Y ni hablar de los niños víctimas de las minas denominadas “quiebrapatas” que terminan sin extremidades, o con serias desfiguraciones, de por vida.

A todo este panorama, se ha sumado el reclutamiento de menores, que desplazados de otros países, como es el caso de Venezuela y Ecuador, terminan en manos de los grupos armados, en donde quedan automáticamente expuestos a toda esta clase de graves afectaciones.

El panorama de los niños en medio de la guerra es aterrador, cruel e inhumano, y lo que se puede deducir es que es necesario el diseño urgente de unas medidas de protección que detengan este grave problema de desconocimiento de derechos humanos y vitales a un sector que se halla en el mayor grado de vulnerabilidad y de peligro.

Un país en donde estos dolorosos y dramáticos episodios ocurren va a ser señalado siempre como un escenario de barbarie, en donde la injusticia, la brutalidad y la bestialidad se juntan para provocar los más escabrosos episodios.

La presencia del Estado en los territorios, en donde frecuentan estos casos, tiene que ser un imperativo en las actuales circunstancias, pues es necesario poder establecer la plena garantía de que los niños son invulnerables frente a todos estos acechos. Y que los grupos que se encuentran en negociación con el Estado hagan la promesa inequívoca de que por ningún motivo van a continuar involucrando a los niños en las actividades del conflicto armado.

 

EDUARDO DURÁN

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