Los desposeídos de la energía

Eduardo Durán

La energía eléctrica constituye uno de los elementos indicadores del desarrollo, de la modernidad y de la calidad de vida. Su importancia es absolutamente innegable para cualquier persona, núcleo familiar o forma de trabajo.
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Las ciudades de cierto tamaño, tienen el privilegio de estar interconectadas a las redes de las principales generadoras de energía y gozan del servicio a cualquier hora del día o de la noche, y les permiten tener acceso a muchas comodidades y también a muchas oportunidades.

Pero en un territorio tan inmenso como el de Colombia, en donde muchas regiones viven apartadas por extensas cordilleras, espesas selvas o amplios valles deshabitados, encontramos una gran cantidad de poblados, para los cuales el fluido eléctrico, o no lo han conocido, o apenas lo disfrutan en ínfimos horarios, lo cual hace que estén condenados al abandono y a padecer enormes limitaciones en el desarrollo de sus actividades cotidianas o de producción.

Puede ser que resulte demasiado costoso llevar redes eléctricas a distancias considerables y de baja población, en donde la ecuación costo-beneficio no sea posible apreciarse, y puede llegar a entenderse en un país con limitaciones presupuestales como Colombia.

Pero si se piensa seriamente en el aprovechamiento del sol, como recurso de captación energética, será posible desarrollar generadores de energía que permitan llenar ese enorme vacío y purgar esa aterradora desigualdad. La tecnología de punta permite conseguir en el mercado los llamados paneles solares, que acumulan la energía capturada de los rayos solares, para después ser utilizada de acuerdo a la capacidad de almacenamiento.

Con estas herramientas, será posible mejorar la calidad de vida de muchas personas apartadas de la civilización por las distancias: los puestos de salud podrán poner en funcionamiento sus equipos para atender a los desvalidos, las oficinas públicas y los establecimientos educativos estarían en capacidad de utilizar computadores y recibir o transmitir datos; muchos productores en la agricultura y la ganadería tendrán la opción no solo de conservar productos, sino de transformarlos, para después colocarlos en los mercados, y los hogares podrían tener siquiera una bombilla que les ilumine la noche.

Se dice que ya hay un programa con el Instituto de Planificación y Promoción de Soluciones Energéticas, en asocio con el ministerio de Minas y Energía; ojalá se le puedan asignar los recursos suficientes, pues ésta sí que es una necesidad urgente que permite mejorar las condiciones de vida de la población marginada, y abrirle la oportunidad para el desarrollo de emprendimientos en donde sea posible estimular las alternativas de producción y la generación de recursos para una mejor subsistencia.

Cuando hablamos de Inclusión, un tema tan importante en materia social y humanitaria, necesariamente tenemos que llamar la atención en la preocupación por este factor tan esencial, a la hora de pretender mejorarle la vida a las personas.

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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