La búsqueda activa

Eduardo Durán

Así denominó la alcaldía de Bogotá un programa para detectar a los alumnos desertores de los colegios, configurando un equipo de 80 profesores para que se pusieran a la tarea de identificarlos y así poder llegar a cada uno de ellos para establecer las causas y persuadirlos a regresar a las aulas.
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El resultado fue que 2.000 jóvenes regresaran a los colegios y de esta manera se les permitiera continuar con su ciclo escolar.

Un gran contenido social podemos apreciar en este programa, pues hacer que ese grupo de personas, apenas en un primer intento, se pudiera conectar nuevamente con el aprendizaje del conocimiento, resulta ser un gran logro.

La deserción escolar es uno de los grandes problemas que tiene el país, pues en el 2023 abarcó a 473.786 jóvenes, lo que constituye un indicador preocupante, si se tiene en cuenta que el año inmediatamente anterior la cifra fue de 330.000.

Un Estado Social de Derecho, como se denomina constitucionalmente el nuestro, tiene que diseñar mecanismos para que su población tenga fácil acceso a la educación, y además condiciones adecuadas y eficaces para lograr permanecer en ella. El conocimiento es lo que le abre las puertas a cualquier individuo para acercarlo a la comunidad, para lograr que sea más útil a ella y a su familia, y para que pueda contar con una buena calidad de vida.

Los establecimientos educativos no pueden ser indiferentes frente a la deserción; es necesario que cada institución tenga su programa, y que éste funcione muy de la mano con los padres de familia, pues muchas personas por sus condiciones de inferioridad y por las carencias propias de su entorno, tienen que verse abocados a tomar decisiones, que es posible replantear con un buen acompañamiento.

A su vez, los profesores son los llamados a estar alerta para detectar los comportamientos anormales de sus alumnos, para poder indagar las causas que los están induciendo al desánimo de estudiar y para poder propiciar las condiciones del medio para que esa persona afectada pueda tener la oportunidad real de no tener que acudir a una medida extrema que seguramente lo va a marcar toda la vida.

Este experimento que ha hecho Bogotá, debe convertirse en un programa nacional, que se robustezca todos los días y que esté llamado efectivamente a ser aliado de los más débiles y necesitados.

La educación tiene que ser un objetivo nacional, en donde se haga valer como lo que es: un derecho fundamental, que debe ser parte insustituible de todo ser humano. Es la manera eficaz para que el país avance y para que los ciudadanos sientan los beneficios de ese Estado Social, que se pregona en los códigos.

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

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