Siempre vivas

Camilo González Pacheco

Hace pocos días el tema del feminismo en el área de la literatura volvió a convertirse en asunto de discusión nacional ante la protesta e indignación de varias escritoras nacionales, por no ser incluidas en un panel de escritores colombianos realizado en París. Fueron delegados por el Ministerio de Cultura, diez autores: todos hombres. Ni una mujer. Las escritoras ofendidas concluyen que en el campo literario se les sigue invisibilizando.

El tema no es nuevo y no es parroquial. Hace parte de las milenarias exclusiones, y por ende de las trascendentales reivindicaciones que poco a poco las mujeres han ido conquistando en sus luchas por la emancipación e igualdad. No sólo en el campo literario.

Recientemente Santiago Posteguillo en su libro “El séptimo círculo del infierno”, recordó amargas experiencias de persecuciones a la persona y obra literaria de inmortales escritoras, entre ellas Safo y Sor Juana Inés de la Cruz, para mencionar dos emblemáticas.

Platón, por allá en el año 367 a. C., al calor de unos inspiradores vinos ubicó para siempre a Safo como la décima Musa, al lado de las nueve que siempre había elegido Homero: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania.

Safo, por demás divina y hermosa, ha sido considerada la primera gran poetisa del mundo. El Papa Gregorio VII, la repudió a ella y su obra por enaltecer y cantar amores inversos, y ordenó quemar todas sus creaciones: “Son poemas perversos. Amores entre mujeres. Contra natura” argumentó para justificar semejante incendio, recordando sobre todo los versos dedicados por Safo, a su amante la también bella Atthis, al despedirla cuando ella la abandonó para contraer matrimonio con su afortunado esposo. Pero su principal pecado era ser mujer.

Igual le ocurrió a la erudita monja Sor Juana Inés de la Cruz en México, considerada como parte de las primeras feministas de la historia, quien en su juventud no pudo ingresar a la universidad por ser mujer y terminó en el convento regalándole eternamente a la humanidad sublimes poemas que fueron perseguidos en su tiempo por la Inquisición como escritos por el propio diablo. (O diabla, por aquello del lenguaje inclusivo).

Sor Juana Inés, puso en su sitio a los hombres en su hipocresía machista y amorosa frente a las mujeres. Y eso, que estaba encerrada en el convento. Para la muestra este botón poético titulado “Hombres necios”: “¿Pues cómo ha de estar templada/ la que vuestro amor pretende? /¿si la que es ingrata ofende, / y la que es fácil enfada?”.

Mientras los inquisidores y perseguidores permanecerán en histórico olvido, Safo y Sor Juana, estarán siempre vivas cantándole al amor y la vida. Avanzamos. Afortunadamente.

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