Donde natura no da Salamanca sí presta

Guillermo Hinestrosa

Escuché con atención la conferencia de Ricardo Riveros Ortega, rector de la Universidad de Salamanca, en la Cátedra Inaugural de la Universidad de Ibagué.
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Afirmó que, pese a la amenaza virtual, la institución universitaria está más vigente que nunca, soportada en la triada conceptual que la erigió mil años atrás: filosofía griega, derecho romano y teología cristiana. Previno, sí, la necesidad de hacer ajustes: las universidades no pueden limitarse a reproducir conceptos teóricos. Deben crear contenidos nuevos que soporten desarrollos aplicables. Sus profesores deben mantenerse actualizados, conocer su entorno, escribir y publicar sus investigaciones, pues todas las disciplinas tienen una relación concreta con el territorio, que la academia no puede ignorar. Economía, Derecho, Finanzas, Arquitectura, Ingeniería, Medicina involucran a la población en una vivencia real, una realidad fáctica que no se puede pasar por alto.  

Sin disenso no hay progreso, afirmó el emérito profesor. La Universidad no puede permitir que se apague la sed de analizar las problemáticas locales; dejar de estimular la sana competencia de investigar las causas y plantear soluciones o metodologías que faciliten la innovación continua. Poner a prueba las verdades establecidas. La vida universitaria le ha aportado a la sociedad occidental “el gen de la disidencia”. Un espíritu crítico, autónomo del poder político, que no se puede limitar a repetir conocimientos estáticos, sino que debe crear nuevos contenidos, estimulando la mejora permanente de las instituciones, así como el cambio de los paradigmas científicos.

Recordó el rol de Diego Muñoz Torrero, su antecesor en la rectoría y diputado de las Cortes de Cádiz, que en 1812 dieron fin a la inquisición y el absolutismo monárquico, instaurando que la soberanía reside en la Nación, compuesta por ciudadanos libres e iguales. También se refirió al papel del Colegio Mayor del Rosario en nuestra Independencia, resaltando el impacto político que generó la Expedición Botánica, aventura científica de recorrer el territorio para inventariar, clasificar y dibujar más de 20.000 especies vegetales y 7.000 animales, que concientizó a los neogranadinos de sus enormes riquezas naturales y que podían tomar las riendas de su propio destino. 

No sin riesgos: Jorge Tadeo Lozano y Francisco José de Caldas fueron mártires de la Independencia, y el rector Diego Muñoz murió en prisión por cuenta de sus ideas liberales.

Trayendo estos conceptos al aquí y el ahora, el Tolima está muy lejos de considerarse un “producto terminado” en materia política, social y económica. Más allá del Covid, nos azotan flagelos como la corrupción, la depredación del medio ambiente, el desempleo y el más grave quizá, la indiferencia de nuestras instituciones con el análisis de nuestros problemas. 

No están libres de culpa las flamantes fábricas de profesionales. ¿Dónde estaban las facultades de Arquitectura cuando se decretó el nefando POT que eliminó índices de construcción, cesiones al espacio público y arrasa los piedemontes de las comunas 3 y 6 de Ibagué? ¿Por qué sus consultorios jurídicos no apoyan tutelas, acciones de cumplimiento o populares, en un territorio plagado de conflictos ambientales y de Derechos Humanos? Se les ha propuesto a las facultades de Economía y Administración que conformen un Observatorio Fiscal que vele por la transparencia en la contratación, a fin optimizar la inversión de los escasos recursos públicos. 

Nunca es tarde. En buena hora Salamanca propone lo que natura no ha dado. 

GUILLERMO HINESTROSA

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