Superar el estancamiento

Guillermo Pérez Flórez

La política colombiana ha entrado en un período de estancamiento. No hay debates doctrinarios ni programáticos. Abundan los ‘memes’, los chismes y los escándalos. Escuchar radio, ver noticieros o leer periódicos es casi perder el tiempo. Al presidente Gustavo Petro le han ido minando la moral, ya casi ni contesta las críticas. La última o la penúltima o la antepenúltima, la de María Jimena Duzán, sobre una presunta adicción a las drogas, la despachó con un trino de once palabras: “La única adicción que tengo es al café por las mañanas”.
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En el país hay poca gente con interés en hablar de Política (Con P mayúscula). El presidente Petro ganó las pasadas elecciones porque puso la agenda temática, habló de crisis climática, de transición energética, de pensiones, de reforma al sistema de salud, de lucha contra la corrupción, de salvar la amazonía, de modernizar la infraestructura, de trenes, de cuidar el agua, de seguridad, de lucha contra las drogas, y de un largo, larguísimo etcétera. Gústenos o no, es un líder con formación, a quien no tienen que escribirle los discursos, ni usa papelitos, ni teleprónter, ni Power Point. Por no usar, ni usa el lápiz que mantiene asido a su mano, como si fuera no a escribir, sino a dirigir una orquesta. Petro dice que le harta el poder, y yo le creo. Él quiere es hablar de temas de Estado, de salvar la humanidad de la apocalipsis ambiental, su gran obsesión, pero sus críticos solo quieren hablar de chismes. Petro es guerrillero. Petro es travesti. Petro tiene asperge, Petro quiere volver a Colombia otra Venezuela. Petro es drogadicto,  y otro largo, larguísimo y aburridísimo etcétera. Por eso en la campaña molió a todos sus contrincantes, que no salieron nunca de dos discursos huecos: “Ser de centro” y “Cualquiera menos Petro”.

La política a base de chismes es una tradición bogotana. Desde los tiempos de Bolívar y Santander. Desde cuando decían que sus discrepancias eran por las Ibáñez (Nicolasa y Bernardina), hermosas jovencitas por quienes los dos próceres se les escurrían las babas, y no a consecuencia de diferencias políticas. Chismes sobre Manuela Sáenz, chismes sobre Soledad Román, y así sucesivamente. De allí que al comenzar este mandato los primeros dardos fueron contra Verónica Alcocer, que cómo vestía, que cómo bailaba, que iba a ser la Rosario Murillo colombiana, que tenía ínfulas presidenciales. Cosa más aburridora. Parte de la tragedia de este país es que la jefe de la oposición es una periodista mediocre que entiende el oficio a punta de escándalos, de conjeturas, de chismes.

Colombia necesita con urgencia una verdadera alternativa para 2026. Lo que hoy existe es una oposición de medio pelo que se siente triunfante porque tiene de su lado una cantidad de politiqueros corruptos que ganaron las elecciones territoriales, gracias a que la ‘real politik’ que inspira a Petro no los deja tocar, a cambio de que le aprueben las reformas. Y ahora, envalentonados, le muestran los dientes. A este paso el presidente se va a quedar con el pecado y sin el género. Esta es la causa por la cual se está diluyendo la ilusión de cambio que motivó a millones de colombianos a ir a las urnas hace dos años. Se requiere un proyecto que tenga claras las prioridades nacionales y que posea un sólido equipo, para no improvisar ni reclutar politicastros. Necesita superar este nocivo período de estancamiento de la política. Hay que revolcar las aguas, oxigenarlas y evitar que se reproduzcan tantas bacterias y parásitos.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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