¡Prohibido protestar!

Guillermo Pérez Flórez

Al pueblo argentino le esperan días difíciles. Bueno, difíciles es poco, más bien dramáticos. En tan solo unas horas tras la posesión del ultraliberal Javier Milei su moneda se devaluó un 51% y los precios de la canasta familiar aumentaron el 100%. El mes pasado, la inflación fue del 12,8%, pero estos días el precio de la carne ha aumentado más de un 40% y el de los billetes de avión internacionales se ha duplicado, lo cual deja a la economía en la antesala de la hiperinflación. Ningún salario va a alcanzar.
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Así, el Estado argentino entra en una situación compleja. Actualmente, el 40,1% de la población es pobre y el 9,3% indigente, sin ingresos para comprar alimentos. La pregunta subsiguiente es: ¿Cuántas nuevas personas van a entrar al vagón de la pobreza y la indigencia? Milei ha dicho con total claridad: “No hay plata”, y afirma que lo más importante es recuperar la credibilidad ante los organismos internacionales. 

Pone el equilibrio fiscal y la sanidad de las finanzas públicas como la prioridad. Es verdad que recibe un país casi quebrado, y que va a ser necesario que todo el mundo se apriete el cinturón. Todo el mundo, no solo el pueblo, los más vulnerables, que son quienes casi siempre pagan las consecuencias de las malas gestiones políticas. Sin embargo, no es coherente, que alguien como Milei, que se autodenomina un liberal libertario, anuncie a los cuatro vientos que va a reprimir la protesta social. 

En otras palabras, que los pobres tienen que aguantar hambre sin rechistar. “Vamos a ordenar el país para que la gente pueda vivir en paz. Las calles no se toman. Que sepan que si se toman las calles, habrá consecuencias”, ha dicho Patricia Bullrich, ministra de seguridad. La primera conquista liberal es la libertad de expresión, que durante el siglo XIX se alzó en oposición a los gobiernos despóticos y autoritarios. Criminalizar la protesta es anular de tajo no solo la democracia sino también las ideas liberales mismas.

Hace cincuenta años se estableció en Chile, por la vía militar, un modelo neoliberal, la famosa Escuela de Chicago, que rechazaba el keynesianismo (la intervención del Estado en la economía). Se hizo a sangre y fuego, sacrificando las conquistas democráticas y liberales. Durante casi tres décadas ese proyecto generó muchísima riqueza, especialmente para unos pocos, y el espejismo de la prosperidad.

Chile se convirtió en el ejemplo a seguir en América Latina. Sin embargo, de un momento a otro, ese hipotético paraíso se convirtió en el reino de la desigualdad y de la exclusión. El éxito chileno, sumado a otros casos asiáticos como el de Singapur, la exitosa ciudad-estado, llevó a afirmar a algunos teóricos que el autoritarismo es mejor que la democracia para generar prosperidad y riqueza. De hecho, este país, que lidera el ranking de libertad económica 2023, es un punto de referencia del propio Milei.

Singapur, sin embargo, no ha descuidado aspectos sociales, como vivienda, salud y educación, tal como acaba de probarse con los resultados obtenidos en las pruebas PISA, en las cuales ocupó el primer lugar en matemáticas. En este campo es totalmente intervencionista, además, es el principal dueño de la tierra, que las administra y las mantiene, para poderlas planificar.

Prohibir la protesta es devolver las manecillas del reloj de la historia. Y veremos la respuesta del pueblo. Argentina no es El Salvador. Más le valdría a Milei, no jugar a ser Bukele.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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