Migrar o morir

Guillermo Pérez Flórez

Las migraciones internacionales no son algo nuevo. En Colombia, la versión más contemporánea data de 1998, cuando se reventó el sistema Upac, que sumió la economía en la depresión más profunda desde los años 30 del siglo pasado. Viví el hecho en España. 
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Los aviones llegaban a Barajas llenos de colombianos que entraban como turistas, aunque en realidad era para establecerse. Años más tarde (2007) estalló otra crisis, la de las ‘subprime’ o hipotecas basura, que afectó la economía mundial, principalmente a la norteamericana y a las europeas. Entonces, miles de colombianos que habían llegado se fueron a Inglaterra, Alemania y otros países huyendo del desempleo.

Hace unos años comenzó una nueva oleada migratoria, en Colombia y en toda América Latina. El destino principal es Estados Unidos. Tal es su magnitud que una persona intelectualmente mediocre como Trump se hizo elegir presidente con la promesa de construir un muro en la frontera con México (3.152 kilómetros) para frenar la inmigración. En honor a la verdad, ese abominable muro lo comenzó a construir Clinton en 1994, hace ya casi treinta años. Van cerca de mil kilómetros, con barreras, alambradas, iluminación, sensores electrónicos, detectores de movimiento, patrullados por camionetas y helicópteros artillados; sin embargo, la gente sigue llegando. 

Trump apercolló a México para obligarlo a parar las oleadas procedentes de Centroamérica, pero nada, la situación va a peor. La travesía comienza en la espesa y peligrosa selva del Darién. Las mafias están felices porque recaudan millones dólares, pasar gente es casi tan lucrativo como enviar cocaína. Miles de migrantes de Venezuela, Haití, Ecuador, Chile, Perú y Brasil, pero también de China, India, Afganistán o de países africanos, luchan por atravesar ese tapón selvático que separa a Colombia y Panamá. Mujeres con niños y niñas de brazos.

Esta semana EE. UU. cerró varios pasos aduaneros para frenar la llegada masiva de inmigrantes, pero ello afectó las importaciones y exportaciones con México y se vio obligado a volver a abrirlos. Biden y López Obrador acordaron reunirse para establecer “nuevas acciones” que regulen el flujo migratorio y permitan mantener abierto el comercio. Las deportaciones son cada vez más numerosas. Este año las autoridades norteamericanas detuvieron 307.000 personas tratando de entrar irregularmente, 170.000 de ellas colombianas. Esto no tiene antecedentes. Biden ha tenido que enfrentarse con la xenofobia republicana y amenaza con demandar a Texas por una ley (la SB4) que criminaliza a los inmigrantes irregulares. El gobernador de ese estado, el republicano Greg Abbott, ha expulsado 65.000 migrantes en autobuses. El alcalde de Nueva York, el demócrata Erice Adams, pide ayuda gritos para poder gestionar la llegada de inmigrantes que le envía Abbott, como si fueran papas calientes.  

  Por qué migra la gente. Por falta de oportunidades de trabajo, de estudio o para realizarse. Muchas personas arriesgan y pierden la vida tratando de entrar al mundo rico. Prefieren arriesgarse a morir en el intento que hacerlo de frustración en sus países. Este drama irá en aumento y no hay políticas transnacionales para mitigarlo. Colombia se ha convertido en la nacionalidad suramericana más grande en Estados Unidos, unos 2.8 millones de personas. El destino ya no son solo Miami, Nueva York, New Jersey, ahora también son California, Texas o Nueva Inglaterra. Colombia está perdiendo su futuro, pues la inmensa mayoría de quienes migran tienen menos de 35 años. Feliz año a todos mis lectores.

 

Guillermo Pérez

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