El ascenso femenino

Guillermo Pérez Flórez

La sociedad patriarcal está en jaque, eso es indiscutible. Aún falta camino por recorrer, sin embargo, es innegable que cada día las mujeres tienen mayor participación en los ámbitos político, económico, gremial, científico y cultural. Estamos dejando atrás un capítulo de la historia en que el papel del hombre era preponderante y opresivo. Este proceso ha cobrado intensidad en los últimos sesenta años, y probablemente tiene que ver con la invención de la píldora anticonceptiva, que le permitió a la mujer alivianar las cargas de la maternidad.
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En los años sesenta el promedio de hijos por mujer era de 6.2. Lo que los demógrafos llaman tasa global de fecundidad. En 2018 (según el DANE) ya fue de 2.45. Tener menos hijos les ha permitido disponer de tiempo para formarse e incorporarse al mercado laboral remunerado (digo remunerado porque es preciso aclarar que las mujeres siempre han trabajado). Mi abuela materna, María Luisa, tuvo doce hijos, en dos matrimonios. Y Fidelina, la paterna, veintiuno, de los cuales sobrevivieron doce. Hubiera podido ser una gran cirujana o veterinaria, en una ocasión operó exitosamente a un pollo para extraerle una piedra que se había comido y tenía atragantada en el pescuezo. Con tantas responsabilidades era imposible para las mujeres salir de casa, cómo iban entonces a participar de la vida política. Por eso digo que las cosas comenzaron a cambiar con la píldora, inventada por el mexicano Luis Miramontes en 1951, lo cual produjo una auténtica revolución. La religión y la ley las condenaban solo a criar hijos y a atender al marido. En esa misma década, en Colombia se le reconoció el derecho al voto (plebiscito de 1957). A partir de ahí, comenzaron, muy lentamente, a alcanzar posiciones destacadas.

En el Tolima, por primera vez una mujer orientará los destinos del Departamento, Adriana Magali Matiz, quien obtuvo una votación sin precedentes, 352 mil votos, lo cual ningún hombre ha conseguido en el Tolima. Esto coincide con que también llegó a la alcaldía de Ibagué, Johana Aranda, y con que a Cortolima la dirige otra mujer, Olga Lucía Alfonso. Ahora bien, en lo departamental el número de alcaldesas es bajo, solo 9 de 47 (Líbano, Herveo, Mariquita, Suárez, Flandes, Natagaima, Murillo y Santa Isabel). Algo similar sucede en el concejo ibaguereño (apenas tres concejalas, Silvia Ortiz, Sandra Varón y Aura Galeano). Toda esta participación complementa la que ya tienen en el Congreso: dos en el senado, la carismática Ana Paola Agudelo y la combativa chaparraluna Jael Quiroga, y tres en la cámara: Olga B. González, Delcy Isaza y Martha Alfonso, quien por cierto ha realizado un destacadísimo papel que le augura un futuro brillante. Es innegable, pues, que van en ascenso. Frente a esto solo podemos celebrar - con independencia de sus afinidades políticas - y desearles, con total sinceridad, que salgan adelante y que su ascenso se traduzca en nuevas oportunidades para las niñas y las adolescentes, especialmente del campo, y en la derrota de la violencia machista.

Ojalá haya más mujeres en los asuntos públicos, por equidad de género y porque el Estado debe parecerse a la sociedad, para que tenga mayor legitimidad. En 2021, de 193 países, solo 22 mujeres eran jefas de Estado o jefas de Gobierno. Estamos lejos aún de tener sociedades paritarias. Sí. Pero sin duda, la sociedad patriarcal está en jaque.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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