El barco se hunde

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

En estos días no hemos hecho otra cosa que ver, escuchar y leer sobre todas las plagas que tienen acorralado este país:
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la pobreza extrema, la falta de educación, la discriminación, el Covid 19, el fortalecimiento de la violencia y de sus promotores, los robos con las obras públicas, los negociados de los parlamentarios, la falsificación de títulos, la corrupción de la justicia, los elefantes blancos, el robo con las obras de los escenarios deportivos, la privatización del rio Magdalena, los muertos con la paladraga de Ataco y los negocios sucios para contaminar el Luisa, los canchullos medioambientales que se caen en Calambeo a pesar del dinero sucio que contamina sus fuentes hídricas, su paisaje y su patrimonio cultural, los falsos positivos, los asesinatos sistemáticos, destrucción de bosques para dar paso a la ganadería y a los narcocultivos, el abandono del campo, la desatención en salud, la falta de líderes, jóvenes sin trabajo, cero emprendimiento, poco amor por lo nuestro, poca solidaridad, noticias falsas, periodistas fletados y ningún esfuerzo sincero por un dialogo constructivo.

Todo parece indicar que el barco se sigue hundiendo. Y quienes se encargan de analizar las causas de esta crisis coinciden en señalar que la falta de verdad, sobre la que tanto hemos insistido, es una de ellas. Este es un país de mentiras dijo recientemente el exfiscal Alfonso Gómez Méndez. Aquí no pasa nada. Jamás se hizo un juicio a los verdaderos responsables de la violencia liberal conservadora. Lo propio ocurrió con el fenómeno del paramilitarismo. Nada se supo sobre el proceso 8.000 y todo se hizo a espaldas del elefante. El único presidente condenado en la historia de este país fue Gurropin. Y cuando se trata de saber qué ha pasado en los últimos 50 años, vienen las matanzas, las desapariciones, los ataques a la JEP y a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad 

Otra de las causas es el odio. No somos capaces de aceptar y valorar al que es y piensa diferente a nosotros y en esa medida el dialogo y los acuerdos resultan muy difíciles. Eso en parte ha bloqueado esta democracia. Pero llegó la hora de cambiar, de empoderar a los y a las  jóvenes que no se rinden a pesar del palo recibido. Hay que trabajar para que las mujeres recuperen prontamente sus trabajos perdidos por la pandemia y que las muchachas que buscan empleo por primera vez encuentren oportunidades dignas, debemos  rechazar con fortaleza todos los atropellos y violaciones de que han sido objeto en estos días. No más abusos contra la mujer. En eso no podemos transigir.

Las protestas de los jóvenes y sus peticiones son justas y no solo van en su propio beneficio, sino del de todos los olvidados de este país. Los cambios no se pueden aplazar más. Hay que apoyar los nuevos liderazgos jóvenes, incontaminados de todas las mañas de la politiquería que tantos estragos ha hecho en el Tolima.

Ñapa.- El asesinato del joven Santiago Murillo en una de las manifestaciones de Ibagué no puede quedar impune.

HÉCTOR GALEANO ARBELÁEZ

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