Un colombiano en Miami

Hermógenes Nagles

Como la vida de Donald Trump, con su increíble pasado de hacedor de fortunas, su elección como presidente de USA como antipolítico y falso Mesías del pueblo americano fue un verdadero cuento y ungüento chino, desde hoy me ocuparé en esta columna de El Nuevo Día de analizar esta interesante historia en tres apasionantes entregas.
PUBLICIDAD

Primero, déjenme decirles que la victoria de Joe Biden del partido Demócrata no obedece a un acto de simple rutina política ni de alternancia de poder. Para nada. Es la resultante de la acción soberana de un pueblo hastiado de la mentira en torno al manejo y gravedad de la pandemia del coronavirus, de la oscura confabulación de los poderosos tras la coronación de suculentos negociados, de la anarquía, del racismo, de la autocracia, del autoritarismo, de la persecución implacable de un presidente y de su corte republicana en contra de la población latina inmigrante salvajemente amenazada, atropellada y deportada, de la población americana afrodescendiente nunca antes discriminada en grado sumo , ultrajada y asesinada. Pero, por sobre todo es la victoria de los medios de comunicación que cumplieron con su valeroso papel de denunciar el crimen, la opresión y la corrupción de un régimen.

Parte introductoria

La reciente elección de Joe Biden como cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos y el galimatías o galleta atragantada en que se ha convertido para su clase dirigente y para el pueblo norteamericano sacar del poder el próximo 20 de enero al belicoso, racista y desquiciado mandatario republicano, Donald Trump, es la prueba irrefutable que elegir a un antipolítico y contestatario no es el camino indicado para buscarle mágica salida a los grandes males de una nación que se precia de ser baluarte de la democracia.

El Sr. Trump, de tramposo pasado en asuntos de negocios y organizador de reinados de belleza en Miami, constructor de condominios, mansiones, rascacielos y recaudador de fortunas, terminó siendo, por pura ingenuidad de los gringos, victorioso presidente de los Estados Unidos en 2016, después de haber vendido la idea de que él era, en cuerpo entero, el verdadero Mesías que estaban esperando desde siglos atrás y que había bajado del cielo para sacarlos de la olla y hacerles realidad el sueño americano que no es otra cosa que el afán desaforado de acumulación de riqueza que siempre ha caracterizado a pobres y ricos, nativos o residentes, inmigrantes legales o ilegales. Jugando a la ruleta millonaria apostó su nombre a la presidencia de la República después de culminar, exitosamente, el segundo periodo de gobierno del presidente Barack Obama. Como si fuera una noche de juegos y de copas en Los Ángeles, Donald Trump se sacó el premio gordo. Este ambicioso antipolítico, vivísimo en grado extremo, que atravesaba por aquel entonces una época de quiebra económica pero que ostentaba poderío montando un avión super Boeing que le costaba la bobadita de 100 millones de dólares, puso a sus hijos y a su amado yerno desde aquel primer mes de su candidatura a hacer negocios por todos los continentes. Pronto se ganó la confianza del poderoso Putin quien financió parte de su campaña política y le dio estrategias y recursos para comprar votos y hasta el poder electoral con tal de que derrotara, según él, a la odiosa Hillary Clinton. Así, asesorado internacionalmente, Trump ganó con cifras aplastantes la presidencia de los Estados Unidos. Nunca se supo cuál fue el compromiso adquirido en ese negocio demoniaco. Las pruebas del secreto pacto se entregaron al Congreso de los Estados Unidos pero las mayorías del partido Republicano le dieron la absolución.

Investido de funciones presidenciales, amo y señor del mundo, el respetado Sr. Trump visitó las noveles potencias comunistas del mundo: de la mano con el principito gordo, dueño de Corea del Norte, formalizó una idílica amistad. En México, el patio contiguo de los Estados Unidos puso a López Obrador a construirle un muro imaginario en la frontera americana para que se tropezaran ellos mismos con esa colosal cerca creada para detener inmigrantes.

Como el admirado Donald Trump siempre ha sido un obstinado apostador de negocios obtuvo millonarias utilidades pagaderas en dólares donde quiera que metiera sus narices. Ganaba fortunas, pero no pagaba impuestos al temido sistema tributario americano. Su sed de riqueza seguía siendo su principal característica personal y familiar. Biógrafos de la familia Trump han revelado que su su padre le enseñó desde niño a quedarse con las millonarias herencias de sus hermanos. Así en su pecunio personal terminó la parte millonaria que correspondía a uno de sus familiares. Un hermano de Donald murió alcoholizado, en la ruina y decepcionado de la vida. Siendo presidente una de sus sobrinas denunció tan aberrante episodio en un libro que marcó ventas récord.

En los 4 años de su presidencia encantada la familia Trump no desperdicio minuto alguno: su hija Ivanka multiplicó su fortuna. Todas las empresas del emporio Trump obtuvieron ganancias billonarias, trillarías como por arte de magia. Los consabidos movimientos de bolsa en sus usuales negocios de finca raíz, de turismo, de moda, de construcción se multiplicaron y producían oro puro, dólares por montones día tras día.


 

 

HERMÓGENES NAGLES

Comentarios