¿Qué nos pasa?

Hugo Rincón González

La imagen es espeluznante. Sucedió a la altura del municipio de Chía. Se observa en el video a un ciclista que se moviliza por el carril izquierdo en su caballito de acero. De atrás se ve venir un furgón acercándose y sin que haya ninguna razón o circunstancia de riesgo para el automotor, lo embiste cobardemente y lo arroja por los aires como un muñeco hasta caer del puente, donde rodaba tranquilamente a una vía que está abajo a unos 8 metros. El resultado, por lo que se aprecia es que la persona cae muerta inmediatamente, sin saber qué falta grave cometió para perder la vida de esta manera tan absurda y miserable.
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El video continúa y se aprecia que el conductor del furgón no se da por enterado, hasta que, según informan en los medios, fue detenido y dejado en libertad por las autoridades porque según ellas, no fue capturado en flagrancia.

Aquí surgen muchos interrogantes: ¿Qué origina que un conductor yendo por una autopista con un espacio amplio, se acerque temerariamente a un ciclista con su vehículo, lo embista, lo bote por un puente y lo deje muerto sin siquiera pararse a mirar lo que sucedió? ¿Qué puede estar pasando por la cabeza de la persona que conduce el vehículo automotor? ¿Fue una maniobra imprudente de quien maneja el furgón o es un sicópata asesino que se solaza atropellando y lanzando por los aires a la persona que conduce la bicicleta? ¿Ignora quien produce la muerte del bici usuario que éste tiene familia y que muy seguramente se moviliza en una bicicleta porque no tiene otra opción?

No podemos normalizar este tipo de asesinatos en las vías de nuestro país como imprudencias. En este caso que refiero se ve una acción intencional ¿Por qué no somos capaces de respetar a los peatones y los ciclistas asumiendo una cultura vial que valore la vida de los más vulnerables?

Una acción como esta que algunos no dudan en catalogar como asesinato doloso en la vía, nos pone de presente también una carencia profunda y preocupante del respeto a la vida como un principio y valor fundamental en nuestra sociedad. Ya es normal que se embista lo que se atraviese en las carreteras llámese ciclistas, motociclistas, peatones o cualquier tipo de animal que se encuentre. Hay conductores que al ver perros o animales silvestres en ellas, aceleran sus vehículos para atropellarlos y seguir su camino con una sonrisa o hasta una carcajada.

¿Dónde queda nuestra empatía y la capacidad de sentir el dolor de los otros? ¿Hasta dónde llega la indolencia de los colombianos? Lo que ocurrió en Chía con este crimen del ciclista se junta con una serie de masacres y asesinatos de líderes sociales que ya no nos conmueven porque se han convertido en números fríos de personas que parecen no importarle a nadie.

No nos duele el llanto del niño que ve como asesinan a su madre en Tierralta-Córdoba, ni la masacre de menores de edad en un cañaduzal en Cali-Valle, ni la de los jóvenes en Samaniego-Nariño. Se nos escapa la humanidad y la empatía mientras esto no suceda con nuestros seres queridos o con nosotros mismos. Estamos ante una crisis de valores delirante que debería indignarnos y movilizarnos para empezar a producir cambios en la vida de todos nosotros.

El derecho a la vida de todos los seres vivos es fundamental. Nada justifica que se asesine a nadie. El ciclista de Chía pudo ser usted o alguno de los suyos. Los crímenes que hoy ocurren no pueden seguir siendo vistos como parte del paisaje y menos que se traten de justificar con la expresión de que “algo estarían haciendo”, o “no estarían recogiendo café”.

Colombia debe reaccionar y debemos lograr revertir esta cultura de la muerte por una cultura de la vida que reivindique a la misma como un derecho fundamental de todos que el Estado debe garantizar.

Al ver nuevamente el aterrador video de Chía, la pregunta es ¿qué nos pasa?

HUGO RINCÓN GONZÁLEZ

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