Ya van 7 años

Hugo Rincón González

Cuando se escucha a las personas de las zonas más afectadas por el conflicto armado del departamento del Tolima sobre la percepción acerca del Acuerdo de Paz de noviembre de 2016 y se la compara con las de algunos habitantes de nuestra capital, la diferencia es notable.
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Los primeros reconocen a pesar de sus dificultades, los avances en varios aspectos, mientras que los segundos, tienden a ser más críticos y no reconocer mayor cosa respecto a logros en el terreno de la paz.

Lo primero que se reconoce a pesar del resurgimiento de las preocupaciones por el conato de reciclaje del conflicto, es que la tranquilidad retornó a zonas que vivieron una confrontación armada intensa. Cómo no destacar que ahora se puede dar una movilización por algunos territorios que antes parecían vedados. Ha sido posible el resurgir de actividades económicas agropecuarias y se estudia y se planifica participativamente el desarrollo del turismo como alternativa para la generación de ingresos de poblaciones con grandes expectativas en este sector. 

La gente del sector urbano que no fue afectada sustantivamente por la confrontación, ni recuerda el Acuerdo de Paz y menos le reconocen avances. Es muy fácil, dicen los campesinos de las zonas afectadas por el conflicto, decir que vuelva la guerra, los enfrentamientos y la zozobra, mientras se toma una cerveza tranquilamente en un bar de la ciudad.

Ya van 7 años de la firma del Acuerdo e insisto que a pesar de las sombras que ven muchos, hay que reconocer sus avances indiscutibles. Uno bastante sonado tiene que ver con el Sistema de Justicia Transicional que creó la Jurisdicción Especial de Paz -JEP-, la Comisión de la Verdad -CV- y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas -UBPD-. Este logro sería impensable sin el Acuerdo firmado. Emergen verdades incómodas y dolorosas pero necesarias para la reconciliación nacional. Generales confesando crímenes, el reconocimiento de 6.402 víctimas de los falsos positivos, el informe de la verdad y sus recomendaciones entre otros.

Ya van 7 años y de una u otra forma deben resaltarse aspectos positivos del punto uno del Acuerdo referido a la Reforma Rural. Se avanza en la implementación de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial -PDET-, un ejercicio impresionante de planeación participativa. Que el gobierno actual, a diferencia del anterior, manifieste su compromiso con la implementación de la agenda acordada es un cambio trascendental. Importante destacar el ejercicio de la OIM, ART, la Redprodepaz y Tolipaz en el propósito de avanzar en el pilar 8, referido a la reconciliación, convivencia y paz. Trabajan en las iniciativas identificadas por las comunidades étnicas y campesinas del territorio para su ejecución con recursos de la cooperación coreana.

Ya van 7 años de la dejación de las armas de 13.000 combatientes que decidieron apostarle a la paz, a pesar del alto precio que han tenido que pagar al ver caer asesinados a más de 400 de sus compañeros. Abandonar el uso de los fusiles y lanzarse a hacer política sin ellos es un logro fundamental.

Ya van 7 años de críticas inanes y virulentas de algunos nostálgicos de la guerra que siguen atrincherados disparando comentarios desapacibles contra el Acuerdo sin reconocerle ningún fruto bajo cosechado. Los hechos tozudos terminarán por convertirlos cada vez más en sectores marginales y minoritarios.

Ya van 7 años de transitar por el sendero de la esperanza de consolidar una paz estable y duradera que sirva de referente para los demás grupos que hoy negocian con el gobierno del presidente Petro su propuesta de la Paz Total. Organizaciones que deben entender que la violencia debe quedar atrás definitivamente y que todos debemos construir un país donde la vida querida por la gente sea posible para todos. 


 

Hugo Rincón González

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