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La inmadurez, la falta de formación en educación sexual, el temor a un embarazo no deseado, conlleva en su temprana edad a proponer soluciones en un contexto curativo, donde se espera generar el problema, para luego actuar, porque hoy se teme mucho más al embarazo que a una enfermedad de transmisión sexual, que de hecho ni siquiera se menciona como una preocupación.
Es una urgencia que, en los establecimientos educativos de todos los niveles, propongan cualificación respecto a la prevención del embarazo y de las enfermedades de transmisión sexual, con el ánimo de aportar desde una visión preventiva que contribuye a la protección de la salud y la vida.
Parece que nos hubiésemos quedado en la lectura de cifras sobre la problemática aquí tratada, porque no se ha impactado en la medida que se requiere.
Según el Dane, en el 2021 “en el país se registraron 3.468 nacimientos en niñas de 10 a 14 años y 79.287 nacimientos en adolescentes de 15 a 19 años”. Muy grave este flagelo, además de doloroso.
Son múltiples los factores de embarazos no deseados, entre ellos la sexualización del noviazgo a temprana edad, el abuso de las niñas y adolescentes, las violaciones, la no formación de las poblaciones más vulnerables, el desconocimiento de los derechos para obtener anticonceptivos y la escasez económica.
Hay normas que despenalizan el aborto, en casos en que esa sea la decisión de los involucrados, lo cual motiva a los adolescentes a llegar hasta esta situación. El Ministerio de Salud ha ratificado, por resolución reciente, que el aborto no es penalizado hasta la semana 24 de gestación. Además, se aclara que “su deseo de interrumpir o continuar con el embarazo prima sobre los deseos de sus padres o representantes legales, aun si ellos no están de acuerdo con su decisión”.
Pero esta situación es indeseable, crea incertidumbre y múltiples angustias en las implicaciones que se tienen sobre la continuidad de la vida de un ser humano, desde el momento de la gestación, cuando este resultado puede prevenirse.
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