¡Que siga la música!

María Yolanda Jaramillo G.

“Es la siempre viva que nunca muere, a pesar del agotamiento del tiempo, natural de la vida”

Sin aviso previo, llegó el ángel de la muerte y sesgó sus vidas… no sé, si el cielo bajo; o que fue lo que pasó, para que cinco (5) de los mejores músicos de Ibagué, cruzaran la delgada línea entre la vida y la muerte.

¿Sería que pactaron unirse como amigos en la ofrenda final de sus vidas?

¿O se cansaron de un mundo turbulento, acelerado, devastador?

¿O tenían una urgente necesidad de transformación espiritual?

“Cuando la maldad impera en el mundo, hay que transformar todos los contratiempos en vía de iluminación” – (enseñanza tibetana). Parece que buscaron y obtuvieron esa “Iluminación”, reflejada en una auténtica oportunidad de “Liberación”, que sólo el ángel de la muerte podía ofrecerles, al despojarlos de todos los componentes del cuerpo y la mente, y así “Liberar su espíritu”.

El primero fue Dayro Londoño Ramírez, compositor, arreglista, cantante y profesor de música en varias instituciones.

Lo siguió Luis Alfredo Vanegas, cantante que ejerció una gran labor social con grupos juveniles.

Al poco tiempo Luis Fernando Daza Rincón, mi amado compañero de varios años; destacado pianista y arreglista.

Poco después Tatiana Arias Camacho, docente del Conservatorio, concertista de música sinfónica.

Luego Alejandro Vargas, excelente cantante de baladas del género andino.

Los conocí y compartí con ellos varias veladas musicales, sé de la sensibilidad y calidez humana que distingue a quienes hacen de la música su razón de vida; su mente y corazón solo vivían para ella.

Estamos seguros que no deseaban irse tan pronto, pero ante esto no se tiene elección “nos vemos atraídos hacia nuestro lugar de nacimiento, tan inexorablemente, como un pájaro atraído con engaño hacia la jaula, o como la hierba seca prende fuego, como se hunde un animal en un pantano” (Rimpoche).

El libro tibetano de los muertos dice al respecto: “Oh hijo/hija de una familia iluminada, aunque no quieras ir, no tienes ningún poder propio; estás desvalido y obligado a ir”.

La muerte de un ser querido puede ser una gran fuente de reflexión; mi propia fe se ha hecho más profunda, al comprobar cuan eficaz es la oración y la invocación a Dios.

“Que viva la música”, es el titulo de la obra de Andrés Caicedo, catalogada como una de las más originales de la literatura colombiana, considerada para algunos como la mejor novela de salsa; lo que parecía tan caleño termina siendo del mundo. Su autor no deseaba madurar, crecer o envejecer… tampoco ellos quisieron envejecer, se fueron antes. Andrés Caicedo terminó su vida a los 25 años (4 de marzo de 1977) cuando recibió el primer ejemplar de su obra “Viva la música”, la siempre viva e inmortal.

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