Respetar derechos de los menores

José Gregorio Hernández

Lo natural es que el deporte nos congregue como colombianos, sin política, sin polarización, sin diferencias partidistas, religiosas ni sociales. Siempre hemos estado unidos, al lado de nuestros deportistas, para apoyarlos, toda vez que nos representan y nos enorgullecen ante el mundo. Y sí que los han hecho y lo siguen haciendo bien, como lo vemos constantemente.
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En consecuencia, la unión por causa de un triunfo deportivo colombiano es entre colombianos, coincidamos o no en otras materias. Y los escenarios deportivos son deportivos, no políticos. Para ventilar las controversias de ese orden hay numerosos escenarios y oportunidades.

El pasado jueves 16 de noviembre de 2023 pasará a la historia del fútbol colombiano, no solamente por el triunfo de nuestra selección ante la del Brasil -que antes no habíamos logrado- sino por los dos goles que lo consiguieron, ambos anotados por Luis Díaz, cuyo padre acababa de recobrar su libertad tras el acto criminal de su secuestro por parte del Eln.

Los colombianos, pues, estábamos doblemente conmovidos. La alegría y la solidaridad nos unieron, en todo el país y fuera de él, por la victoria misma pero también por lo que esos dos goles significaban como homenaje a la libertad, y para reclamar el regreso de todos los plagiados al seno de sus hogares.

Entonces, no había razón para malograr el histórico momento. No era el lugar, ni el escenario, ni la oportunidad para iniciar, sin motivo -como lo hizo un grupo de extremistas-, una irracional y vulgar cascada de ofensas e insultos contra una menor de edad presente en el Estadio de Barranquilla, únicamente por ser la hija del presidente de la República, quien ni siquiera se encontraba en ese sitio, ni en el país.

Una menor, completamente inocente y ajena a cualquier motivo de discrepancia u oposición a las decisiones de su padre, que -como cualquier otro colombiano- tenía todo el derecho de presenciar el partido y de integrarse a la celebración. No se lo permitieron. Tuvo que abandonar la sede deportiva, ante la estridente grosería proveniente, no de todo el público, sino del grupo de intolerantes infiltrados.

Eso no debe repetirse. No tiene explicación válida, ni es digno, ni es aceptable. No traten de justificar lo injustificable, como quisieron hacerlo algunos periodistas. Los derechos fundamentales de los menores de edad se respetan. Su vulneración no solamente es de una cobardía incalificable, sino que constituye una ostensible violación del orden jurídico.

Según el artículo 44 de la Constitución, los menores -con independencia de quiénes sean sus padres o familiares- son titulares de derechos fundamentales que el Estado debe garantizar y la sociedad respetar; ellos tienen derecho a su integridad, a su libertad, a la recreación -con su presencia en un certamen deportivo, por ejemplo-, a la expresión de su apoyo a un equipo de fútbol -en especial si es el de su país-. Según la garantía constitucional, serán protegidos contra toda forma de violencia física o moral. Y no se olvide que los derechos de los menores prevalecen sobre los derechos de los demás.

En este caso, entonces, los extremistas vulneraron los derechos de una menor. Su acto fue injusto y despreciable. No debe repetirse.

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

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