Prohibido pensar

Juan Carlos Aguiar

Confieso que nunca lo había escuchado, que no lo sigo y que ni siquiera sabía cómo se escribía su nombre.
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Pero esta semana fue tan grande la polémica que se desató por la entrevista que le dio a Vicky Dávila en Semana Digital, que la escuché completa. 56 minutos en los cuales el cantante Jessi Uribe habló de todo: de su vida, de su historia, de su música. Cantó. Una entrevista humana, con respuestas amables y francas, acompañadas de una risa auténtica y estruendosa. Habló de política y no fueron más de tres minutos. Incluso, casi al terminar, sobre este tema Jessi le dijo a Vicky que “tenía miedo de la entrevista por la parte política; porque yo (él) soy muy malo para la política”. Hoy, tras ver las respuestas desatadas, duele ver que el artista tenía razón, debía tener miedo, pero no de Vicky.

Las reacciones fueron viscerales. Jessi Uribe, al igual que millones de colombianos, entre ellos, muchísimos amigos a quienes quiero y respeto, confesó ser admirador del expresidente Álvaro Uribe. La pregunta de la reportera fue simple, “¿Petro, Uribe o Santos?”, a lo que él, sin dudar, respondió “Uribe siempre”.

¿Tiene algo de malo? En lo personal no lo creo. Del hoy senador, dijo que es un “guerrero, muy frentero” y que quiere que vuelva a ser presidente. ¿Será el único colombiano que piensa así? No. Solo basta ver las gigantescas manifestaciones de apoyo que recibe Álvaro Uribe cuando sale a la calle. Es, sin lugar a dudas, uno de los políticos más importantes y seguidos en la historia reciente de Colombia. Tras la entrevista se armó la de Troya en redes sociales, esos modernos campos de batalla donde unos a otros se despedazan sin piedad, como si el derecho a pensar estuviera prohibido cuando alguien manifiesta opiniones contrarias.

Jessi Uribe no ha sido el único artista víctima del fanatismo político. El pasado mes de diciembre, la también cantante, Adriana Lucía denunció que ella y su pequeño hijo fueron amenazados de muerte por su apoyo al Paro Nacional. Nuevamente los intolerantes dejaron claro que en Colombia está prohibido pensar. Los hashtags #AdrianaLuciaTeAmamos y #NoQueremosAAdrianaLucia fueron tendencia.

En Colombia los simpatizantes y los detractores de las diferentes tendencias políticas están dispuestos a derramar sangre en sus perfiles de Facebook, Twitter e Instagram, mientras se arman de valor protegidos por las pantallas de sus computadores, tabletas o celulares. La violencia en forma de insultos y maltratos se convierte en el pan de cada día, en un país que parece no haberse hastiado de tanta guerra.

Es como si los colombianos sintiéramos una extraña y morbosa fascinación por atacar al otro. A Jessi Uribe lo tildaron de ignorante, levantado, arribista, imbécil. El hombre que yo vi en la entrevista, en la que le reconoció a Vicky ser “devoto de Dios” y no saber nada de política, me pareció sincero y me quedo con la imagen de un cantante que invita a escuchar su canción “De qué nos vale”, ya que las ganancias que deje serán donadas a las víctimas del coronavirus en nuestro país. La escuché y es bellísima. Para adelante Jessi, así no me guste ni cinco Uribe… aclaro, el senador.

JUAN CARLOS AGUIAR

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