Que el diablo escoja

Juan Carlos Aguiar


Aunque no fue la última vez que vi a cada uno de estos dos hombres, quienes con toda seguridad pasarán a la historia, la imagen de ambos regañándome siempre me acompaña. Fue en momentos diferentes y en lugares distantes en sus países. Del primer regaño guardo recortes de periódicos y del otro un video como constancia de la furia presidencial contra este reportero.
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En 1999, en Macuro, una olvidada localidad en Venezuela, el entonces presidente Hugo Chávez se desencajó porque no le gustó que le cuestionara sus supuestas intenciones de unidad entre las naciones bolivarianas, cuando sus actuaciones demostraban lo contrario. Producto de su rabia terminé largas horas confinado en aquel poblado porque no me permitió subir a su helicóptero. Años después, en 2007, en el Palacio de Nariño, Álvaro Uribe amenazó con terminar una entrevista porque lo cuestioné sobre sus presuntos vínculos con paramilitares. Días después me amenazaron esas mismas autodefensas. No es lo único en lo que, para mí, se parecen estos dos personajes mediáticos y polémicos en Latinoamérica.

Antes de enumerar las similitudes prefiero contar dos grandes diferencias que los separan. La primera es que el venezolano se ubica a la izquierda del espectro ideológico, mientras su homólogo colombiano a la derecha; la segunda, y más importante, es que el primero está muerto y el segundo sigue vivo y haciendo de las suyas.

¿En qué se parecen? Han sido los presidentes más populares en las últimas décadas en sus naciones. Ambos le torcieron el pescuezo a las constituciones para atornillarse en el poder presidencial a como diera lugar. Ninguno fue tolerante con las críticas, especialmente de la prensa, hasta el punto de obligar el cierre de importantes medios de comunicación: Chávez lo hizo con la cadena RCTV y Uribe con la Revista Cambio. Quizás, como ningún otro candidato en sus países, obtuvieron altísimas votaciones para ocupar las presidencias, e increíblemente ambos perdieron los referendos convocados por ellos para hacer las reformas que ofrecieron: Chávez en 2007 y Uribe en 2003. Como si fueran calcadas sus historias, los dos sufrieron el abandono de quienes en su momento fueran sus grandes mentores, para transformarse en sus acérrimos detractores. A Chávez se le volteó Luis Miquilena, quien lo apoyó desde que era un don nadie; y a Uribe lo dejó Pedro Juan Moreno, quien lo cobijó bajo su sombra protectora cuando también era otro don nadie. Los dos adoraron tanto a sus hijos que les permitieron y hasta ayudaron a enriquecerse de forma obscena mientras ostentaban el poder.

Pero la más grave de todas las similitudes, es que tanto Hugo Rafael Chávez Frías como Álvaro Uribe Vélez, tienen hoy como reemplazo a quienes ellos designaron como sus dignos sucesores, mientras sus países, esos que tanto aseguraron amar, están sumidos en los problemas por culpa de ese guiño que nos pasa la cuenta de cobro a diario. En Venezuela tienen a Maduro, un hombre con ínfulas de rey que no llega ni a duque; y, en Colombia tenemos a un verdadero Duque quien, paradójicamente, no estaba maduro para gobernar.

JUAN CARLOS AGUIAR

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