Memoria y errancia “en las noches de la espera”

libardo Vargas Celemin


La última novela del escritor tolimense Carlos Orlando Pardo Rodríguez, “Las noches de la espera” presenta una propuesta donde se fusiona la memoria como género literario y no exclusivamente como hecho cronológico. Con técnicas narrativas contemporáneas, elementos ficcionales, el acervo de la cultura popular, y la focalización de la historia de una familia colombiana, Pardo logra sobreponerse a más de cincuenta años de violencia y construir un modelo de vida desde el empeño y el compromiso por salir adelante. El contexto histórico que rememora el narrador es bien conocido por los estudiosos de las ciencias sociales, y por los lectores de literatura colombiana, sobre todo por aquellos que hemos vivido en las regiones más golpeadas por esta estupidez humana.
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La frialdad de las estadísticas muestran los miles de muertos y desplazados durante todos estos  años, que han convertido a Colombia en un país violento, pero el narrador no se queda en la reseña escueta de las cifras o en la morbosa descripción de los cuerpos vulnerados, sino que le apuesta a crear atmósferas y ambientes donde el lector experimenta la angustia de hombres y mujeres que esperan tras las puertas la llegada de los “pájaros”, escudados por la terrible noche y el poder de las armas.

El padre del narrador emerge como protagonista de la resistencia, con su convicción de que es mejor enfrentar al enemigo, así sea con el viejo revolver que le entregó su padre antes de morir y una media de aguardiente para apuntalar el valor que se requería. Se salvó muchas veces. Pero hubo momentos en que la situación desbordaba sus fuerzas e iniciaban su errancia, unas veces a Bogotá, Villavicencio al llano y siempre regresaba al Líbano, con su  progenie. Su compañera lo seguía resignada, pero no olvidaba sus coqueteos con la música, el canto y la literatura. Gracias al pragmatismo de un padre dedicado al transporte y una madre soñadora, lograron levantar una gran familia.

La novela se estructura en dos planos, las reminiscencias de un narrador para quien el pueblo montañero lo llenó de historias y experiencia vitales y la época  moderna lo enfrenta de nuevo a la historia, esta vez del hijo que tiene que exiliarse en España por denunciar como periodista la corrupción y violencia en Ibagué, ciudad donde se anclaron para respirar una relativa paz, que pronto se rompe con las amenazas de muerte por parte de políticos y funcionarios corruptos y su exilio revive las angustias del abuelo, el padre y los hijos que, a pesar de los años siempre han estado  frente al estigma del fantasma de la violencia.

Recomiendo la lectura de “Las noches de la espera”, como ejercicio para soñar en los amaneceres del futuro.

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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