Diálogos-Trampa

Manuel José Álvarez Didyme

La falta de claridad, característica del actual mandatario y elemento que por excelencia tipifica su gobierno, nos genera temor, de cara a lo que pueda estar incidiendo en las conversaciones que durante un ya prolongado período de tiempo se vienen realizando que no adelantando, con el autodenominado “Estado Mayor Central” y el ELN, llevando a la opinión a verificar que estamos ante unos nuevos “diálogos--trampa”, diseñados para “reencauchar a los violentos”, “lavarles imagen” ante la opinión y darles un respiro para que renueven bríos en su perverso accionar.
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Porque no podemos olvidar que estas organizaciones criminales solo expresan su deseo de dialogar cuando se están sintiendo débiles militarmente o cuando advierten que sus torvos procedimientos de guerra las están llevando a sufrir el popular rechazo.

O como en la presente circunstancia, en que la aceptación a conversar con el Gobierno deriva de que éste está presidido por un mandatario proclive a su obsoleta y anquilosada ideología del siglo pasado, lo cual en sentir de los violentos les brinda el espacio que han perdido en la opinión y de paso los acerca al “poder político territorial” que la extracción de rentas del tráfico internacional de drogas les viene brindando. 

Así las cosas y sin lugar a duda alguna, están jugando a ganarse el pasaporte a su revivificación política en busca de legitimación como interlocutores del Estado cosa que antaño han malogrado a causa de sus “trampas” a la buena fe debida.

Es así como hoy han avanzado e ido teniendo un relativo acercamiento a la opinión, porque Petro, posiblemente por la empatía surgida del “colegaje de otrora”, ha flexibilizado al máximo su posición pensando que con ello va a lograr atemperarlos en su criminal accionar y llevarlos a renunciar a reeditar sus acciones violentas del pasado, pues “de ahí a la paz total no habrá sino un paso”.

Pero nada de eso se ha de sucedido, en cuanto las organizaciones terroristas han continuado impertérritas en su criminoso actuar y proseguido con iguales o peores rasgos de crueldad y sevicia, asesinando líderes sociales, reclutando menores para acrecer sus filas, , renovando armamento y en fin reforzando su operación, y por sobretodo reclamando su derecho a ejercer autoridad sobre una parte de la población para acceder “sin problemas” a las rentas ilegales que vienen usufructuando (el secuestro con fines económicos; el despojo de tierras a los campesinos; la llamada “vacuna”, y por sobretodo el tráfico de droga), las cuales los mantienen bien lejos de pensar en la paz y en deponer prontamente las armas.

Entre tanto la brecha política, se va agrandando, pues mientras transcurren los diálogos, el veredicto democrático se traslada a la opinión que siente que la promesa de paz está siendo utilizada como un artificioso señuelo que solo sirve al narcotráfico y a la izquierda populista.

De manera que lo que se estamos viendo es que con el paso de los días, la narco-subversión mejora su posición mientras la situación política del país sufre un correlativo y grave desmedro.

En política el punto de encuentro debe ser el reconocimiento de la realidad, y en la realidad de hoy no se advierte nada distinto a una ilusión para la revitalización de indeseables propósitos.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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