Colombia rural y de propietarios

Óscar Barreto Quiroga

En nuestro país sorprende como, en enormes transgresiones de nuestras realidades y ventajas, le damos la espalda a lo que nos puede hacer ricos, desarrollados y altamente competitivos, me refiero al campo colombiano, a la ruralidad.
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En Colombia más del 75% de los municipios son rurales, los cuales abarcan más del 95% del territorio nacional, en ellos vive el 35% de la población, cifra que puede ser superior después de la pandemia. El promedio de edad en el campo supera los 55 años, más del 60% de los hogares rurales no tiene acceso a la tierra, más del 45% de la tierra en Colombia (propiedades de más de 500 hectáreas) la posee cerca del 0,5% de los propietarios. De los cerca de 3.700.000 predios rurales inscritos en el catastro nacional, más de 1,7 millones no cuentan con títulos formales de propiedad, existe una cifra superior al 60% de déficit de vivienda en el campo, la cobertura de acueducto en zona rural es aproximadamente del 58% y de alcantarillado es el 18%, mientras en la zona urbana es del 97% y 92%, la cobertura en salud en la zona rural es del 97%, sin embargo, muchos de los centros de salud se encuentran muy distantes de las poblaciones campesinas. Más del 60% de la población ocupada del área rural tiene un ingreso mensual inferior al smmlv.

Sin duda las cifras revelan la enorme deuda social con el campo, necesitamos avanzar urgentemente hacia la gran y verdadera reforma rural integral del campo, enmarcada en una gran transformación estructural de nuestra ruralidad, dándole instrumentos de titularización notarial a alcaldes y corregidores, para que en un proceso expedito, hagan propietarios a los campesinos. Además, que se recupere la tierra despojada por violencia y abandono del Estado para nuestros campesinos, lanzándolos hacia la frontera agrícola y a las grandes urbes. El fortalecimiento de los fondos para que entreguen subsidios y créditos para compra de tierra a los que tienen poca o nada, políticas reales que mejoren su calidad de vida y competitividad, en salud, educación, vías y servicios públicos, que por supuesto estas acciones tengan la particularidad y la pertinencia de cada región, es decir, que se construyan en el territorio y no desde los fríos escritorios capitalinos, asegurando además el acceso a productos de consumo básico, insumos baratos o subsidiados y a la protección del medio ambiente.

Debemos entender de una vez por todas que el presupuesto debe crecer para la ruralidad; la pandemia y la crisis mundial nos enseñaron la importancia del campo y su productividad, la paz y el desarrollo. La calidad de vida de todos en el país y el mundo, dependen de la calidad de vida y las condiciones de nuestros campesinos, no podemos seguir equivocándonos, no podemos seguir hablando de “la otra Colombia”, somos una sola.

ÓSCAR BARRETO QUIROGA

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