El desbalance del balance

Óscar Barreto Quiroga

Este periodo del Gobierno nacional arrancó para unos en medio de la esperanza y para otros en medio de la incertidumbre, esos sentimientos han venido cambiando o reafirmándose en el devenir de las grandes reformas anunciadas por el Gobierno.
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Creo profundamente que al país hay que unirlo y no dividirlo, Colombia avanzará el día que exista un liderazgo que reconozca todo y a todos, es decir, que sea consciente de los índices de pobreza, miseria e inequidad, pero también, del esfuerzo que hacen unos empresarios, y la clase media colombiana por sostener el país; un liderazgo que respete la diferencia y desde allí construya, logrando consensos bajo principios y no bajo posiciones, ese liderazgo no puede plantear una lucha de clases que genera odios, confrontación y violencia. El populismo de izquierda y de derecha, muy parecidos, por cierto, han polarizado al país con el único fin de obtener réditos electorales.

Tratándose de las grandes reformas, el balance del Gobierno no es el mejor, aunque pasó la reforma tributaria, los índices de ejecución presupuestal son muy bajos y aunque la economía mejora a pesar de la política, eso se da en grado sumo por la llegada de inversión extranjera basada, en inversiones para extracción de petróleo y gas, no por la economía interna que está en crisis y en una desaceleración económica con precedentes poco comunes, como ha pasado por ejemplo con el sector de la construcción de vivienda, que no solo está quebrando a muchos constructores medianos y pequeños sino dejando a muchos colombianos sin donde vivir. De otra parte, la reforma a la salud hoy no goza de buena salud, si bien es cierto se cambió de ministro, el texto presentado no conciliado, desató un enorme rechazo por su concepción totalitarista, que no buscaba construir sobre lo construido sino imponer un nuevo y radical modelo; la reforma laboral se hundió, la que buscaba la legalidad de la comercialización de la marihuana se cayó en un profundo debate, que develó más el interés de un negocio que el cuidado por la familia y los jóvenes; se hundió la reforma política y otras.

El país debe cambiar sí, pero no así. La radicalización del ejecutivo frente al trámite de las reformas, puso en quiebre su gobernabilidad, condujo a la salida de ministros que habían garantizado alguna unidad en el legislativo y deja un panorama de división, máxime con las últimas posturas del gobierno que promueve la calle, pero no le gusta la calle cuando la calle lo critica.

ÓSCAR BARRETO QUIROGA

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