Todo vale nada

Polidoro Villa Hernández

Resulta inusual en este país de egos hipertrofiados con sórdida avaricia por el dinero, que existan personas inmunes a esas vanas inclinaciones, que discurren sencillas y bondadosas en esta época de incertidumbre; que aceptan estoicas su destino sin quejumbres ni actitudes histéricas y, como generosos abuelos, dan ‘hasta que duela’. Son ellos el grupo de amigos que algún prelado bautizó como “Los sabios de La Pola”, quienes no viven ni para acumular angustias.
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Cultos, fluyen por la vida recitando la Balada de la Fórmula Definitiva y Paradojal, de León de Greiff: “Singlaremos (navegaremos) entonces con rumbo al precipicio, /con rumbo al precipicio y a la nada hipotética, /pero iremos impávidos, ecuánimes, serenos, /diciendo la parábola desdeñosa y estética: /¡todo vale nada, si el resto vale menos!” A la crisis actual, que doma arrogancias y devela lo bueno y lo peor del elemento humano, y lo patético del poder impotente ante el trance, le hacen fríos análisis, entre crueles y festivos. Como la vida misma. Algunos apuntes de su último coloquio:    

“¿A quién creer si hay tanta mentira circulando con cara de verdad? Oigan no más la tesis de una doctora inédita, sobre el diseño del coronavirus: ‘Es una molécula armada intencionalmente con partes del virus del Sars; del VIH; del H1N1, y de la tuberculosis.’ No hace falta sino una pizca del ébola y otra del virus de la corrupción nacional, para hacerlo el agente más letal del universo”.

Anota el veterinario: “Pero registro cosas positivas: mis ocupados y distantes hijos, ahora piensan más en mí: me inundan de Whatsapp sobre cómo cuidarme del patógeno; ha crecido la generosidad: hoy a los que limpian vidrios en los semáforos, ya no les dan $100, ¡sino $200!; se acabaron los ‘besitos de esos’ en la mejilla, cuyo motivo, más que cariño real, era pura hipocresía. Mi mujer –romántica crónica- cree que todas las serenatas de mariachis que rebuscan el sustento diario frente a los edificios, son exclusivas para ella. Dos veces la he disuadido para que no los haga entrar a servirles chocolate.”

“Yo sí creo –dice el exmagistrado- que quienes carecen de comida, atracan, y si es cierta la estadística que quienes comían dos veces al día ahora solo lo hacen una, se debe ser solidario. Y creo que si esto, por desgracia, se prolonga, vamos a tener que venderle parte de la Amazonía a los chinos. Positivo, que los dependientes de almacenes y supermercados son ahora más amables, como en las ciudades paisas”.

Habla el contradictor de Rovira: “Si no me mató la violencia de los cincuenta, menos le temo al virus invisible que propició que mi mujer me encierre con llave, como cuando recién casados. Además, son más los recuperados que los muertos. Ya estoy contagiado de fútbol, de colesterol, de prostatismo, daré la lucha y pagaré impuestos hasta los cien años. Además, me inspiro en lo dicho por nuestro vate León de Greiff: ‘Cambio mi vida. Juego mi vida. De todos modos la llevo perdida…’

POLIDORO VILLA

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