Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 4, 26-34

Jhon Jaime Ramírez Feria

También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier otra semilla que se siembra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»

Y les anunciaba la palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.

 

Meditación

Dos parábolas muy breves forman el pasaje del evangelio de hoy: una semilla que germina y crece por sí y un grano de mostaza que es sembrado, crece y se hace mayor; las dos hablan de crecer y fructificar. Jesús presenta la eficacia de la Palabra de Dios y las exigencias del Reino que él anuncia. Detengámonos en el sentido de las dos parábolas.

La primera parábola presenta la confianza que tiene el campesino en la potencia interna de la semilla y la fertilidad de la tierra. La semilla que es la Palabra de Dios tiene una fuerza capaz de obrar en el corazón (tierra) de la persona que escucha con docilidad.

La Palabra transforma, vivifica; ella es creadora como nos lo enseña el libro del Génesis; es útil como nos lo dice San Pablo: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2Timoteo 3, 16).

Miremos que en la segunda parábola el grano de mostaza viene sembrado para que viva su proceso de transformación; si bien es pequeña, crece y alarga sus ramos para que los pajarillos hagan sus nidos.

Sí, es necesario que sea sembrada, esta figura evoca nuestra participación; no sólo acoger la voluntad de Dios en nuestra vida, sino que también es convertirnos en instrumentos capaces de regar en el surco de nuestra vida de lo que hemos recibido. Fue la experiencia de los apóstoles y lo que testifica el libro de los Hechos de los Apóstoles; ellos acogieron la buena nueva del Señor, vivieron su experiencia de fe y cercanía con el Maestro, guardaron sus enseñanzas y las confirmaron con el poder del Espíritu. Pero no se quedaron ahí, después de la resurrección salieron, fueron, anunciaron lo que habían visto y vivido. Regaron la semilla que dio crecimiento a la Iglesia.

Detengámonos para hacernos estas dos preguntas: ¿crees en el poder de la Palabra de Dios que te ayuda a distinguir la voluntad de Dios? ¿En los ambientes en donde se desarrolla tu vida tienes la convicción de la tarea de sembrar los valores del Reino de Dios?

En definitiva, como dice el Papa Francisco “El reino de Dios no es un espectáculo. Precisamente el espectáculo, muchas veces, es la caricatura del reino de Dios. En cambio, el reino de Dios es silencioso, crece dentro; lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra disponibilidad. Pero crece lentamente, silenciosamente. ¿Tú eres cristiano?... Sí. ¿Tú crees en Jesucristo?... Sí. ¿Crees en los sacramentos?... Sí. ¿Crees que Jesús está allí y que ahora viene aquí?... Sí, sí, sí... Y, entonces, ¿por qué no vas a adorarlo, por qué no vas a la misa, por qué no comulgas, por qué no te acercas al Señor, para que su reino crezca dentro de ti? Por lo demás, el Señor jamás dice que el reino de Dios es un espectáculo. Cierto, es una fiesta, pero es distinto. Es una fiesta bellísima, una gran fiesta. Y el cielo será una fiesta, pero no un espectáculo”.

Comentarios