Reflexiones desde Semana Santa

Los cristianos estamos obligados a luchar contra la pobreza y la desigualdad. Esta frase fue repetida en varias oportunidades por el sacerdote de mi parroquia durante sus sermones en la Semana Santa pasada.

Cada vez que pudo nos recordó la importancia del tema, al fin y al cabo esta es una cuestión central de la predicación de Jesucristo.

Y al escuchar sus palabras, pensaba que después de tantos años, sigue siendo una tarea por realizar. Miles de familias en nuestro departamento aún viven en la pobreza, miles de personas sufren el rigor de no tener claro qué pasara con ellos esta noche ni tampoco mañana, muchos se acostarán con hambre y lo peor; tal vez no puedan hacerlo porque no tienen en donde.


De igual forma, alcanzar la libertad fue otra de las reflexiones que nos hizo el sacerdote a todos los feligreses presentes allí en la iglesia. Y aunque él planteaba la necesidad de que los secuestrados regresaran sanos y salvos al seno de sus hogares, si se quiere alcanzar la paz y la reconciliación en Colombia, yo pensaba en como cientos de personas son esclavas de sus propias codicias y ambiciones y como estas no les permite alcanzar la libertad aun cuando puedan moverse libremente por ciertos lugares.


Al mismo tiempo, el sacerdote, recordando las últimas palabras de Jesús en la cruz, insistió en la necesidad de alcanzar la justicia y la equidad. Y del mismo modo, con lo ocurrido durante las reflexiones anteriores, yo me preguntaba cómo nuestra sociedad ha alcanzado niveles tan altos de injusticia social e inequidad.


Y escuchando la claridad de sus planteamientos, me surgía la inquietud por qué no hemos actuado con firmeza sobre estos temas si desde hace más de dos mil años se está insistiendo en la necesidad de trabajar por alcanzar los nobles propósitos de disminuir la pobreza, la desigualdad, la inequidad, y alcanzar la justicia social y la libertad.


Debo admitir, el escucharlo produjo en mi una cierta conmoción y sentimiento de incertidumbre sobre nuestro futuro como sociedad, hacer la tarea parece no ser tan fácil con los altos niveles de corrupción y de insolidaridad presentes en nuestro país. No existe duda que estos antivalores han contribuido en no poder hacer la tarea rápida y eficazmente.


Sin embargo, allí también hubo señales sobre la posibilidad de alcanzar dichos propósitos. El ver la fe de tanta gente en los principios cristianos de paz, amor y solidaridad, me reafirma la creencia de que sí podemos cambiar nuestra suerte, el encontrarme con muchas personas líderes de Ibagué, me llenó de esperanza y optimismo sobre nuestro futuro. Pero sobre todo, el ver a cientos de personas aceptando la resurrección de los valores eternos en sus corazones, me indicó que aún estamos a tiempo de superar las adversidades ya planteadas.           

Credito
JAIME EDUARDO REYES

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