¿Transformación social?

Comencemos señalando su engañosa denominación. Hablar de Agenda de Transformación Nacional nos hace pensar en cambios de fondo, orientados a mejorar las condiciones de vida de la población. ¿A esto se orienta tal reforma? No, por supuesto. El propio Iván Duque ha dicho que “en el año 2020 se giraron más de 12 billones de pesos entre todos los programas sociales”. Esto nos plantea un interrogante:  Si con 12 billones hizo tan poco por la población más vulnerable, ¿con 13 qué podrá hacer?

Y que no nos diga que los 12 billones tuvieron que ver con la pandemia porque eso no es del todo cierto. Casi todos esos recursos desembolsados en 2020 ya  contaban con presupuesto desde antes de la pandemia, lo cual convierte en un engaño el que se los utilice para justificar la reforma, así se hubieran incrementado algunos y creado otros por motivos de tal desgracia, como el de Apoyo al Empleo Formal, que si bien les ha significado a pequeños y medianos empresarios una indispensable ayuda para costear las nóminas y evitar el cierre de sus empresas, también ha servido a los cacaos de la economía para aligerar los costos de explotación de sus trabajadores con el cuento de protegerles a estos sus empleos.

Con respecto al propósito de sanear las finanzas del estado, tengamos en cuenta que el déficit fiscal supera el 8,9 por ciento del PIB y que, según datos del Banco de la República, con información al corte de abril de 2020, tal producto asciende a 266 mil 661 billones de pesos. Siendo así, ese 8,9 por ciento de déficit representa 23 billones 732 mil millones, lo cual significa que los 13 billones que supuestamente dejará la reforma tan solo servirán para enjugar el 54,77 por ciento de su monto. ¿Con cuál dinero se financiará, entonces, la cacareada Agenda de Transformación Social? ¿No creen que Duque se está burlando de todos nosotros?

Lo que hay detrás de la reforma no es más que el acatamiento de las orientaciones de los organismos internacionales de crédito, que están orientadas a que estabilicemos nuestras finanzas públicas, sin lo cual sería imposible seguirles garantizando el cumplimiento de los compromisos de pago que nuestro país tiene con ellos. Pero también está el deseo de conservar las condiciones de permanencia que exige la OCDE a sus miembros. Al fin de cuentas, pertenecer al club de los países ricos cuesta.