La envidia

Son innumerables los momentos en los que se percibe la envidia dentro de las diversas organizaciones, ciudades y países. Alguna vez mencioné el chiste que señalaba que el genio de la lámpara salió y concedió un deseo a un hombre, advirtiendo que se le daría el doble de cuanto pidiera, a su vecino. El envidioso, rápidamente respondió: Sáqueme un ojo.

La envidia hace parte del comportamiento de algunas personas; sin embargo, en nuestro país se reconocen pueblos y ciudades afectadas por dicho sentimiento, hecho que se traduce en los diversos escenarios en los cuales se desenvuelven personas con estos comportamientos, convirtiéndose en multiplicadores de comentarios malsanos que pretenden descalificar y hacer daño, incluso ampliando una red de incautos que asumen una posición de apoyo a quien los persuade con su lengua. 

La situación no tiene género, muchos hombres o mujeres se dedican a “desprestigiar” cayendo en afectación incluso del buen nombre y de la dignidad de la persona por la cual sienten envidia. Descalifica y no reconocen logros y avances de la persona a quien envidian, porque les duele , no estar en la condición del otro.

Una ciudad, que no parece colombiana, es Medellín. El discurso de sus habitantes en pro de sus gobernantes es muy positivo. Sus gentes, están en búsqueda del triunfo y del bien común.  Para ellos, lo importante es que su ciudad crezca, se empodere, mejore, razón por la cual, no están buscando la caída o el fracaso, al contrario, todos se unen para mirar en una misma dirección. 

Una de las razones del éxito en Medellín, es el hecho de conocer para dónde va la ciudad y cómo puede aportar cada ciudadano. El espíritu de emprendimiento los lleva a buscar algo nuevo siempre, sin pensar en que el éxito del otro, es el fracaso de ellos.

El problema de la envidia, es la infelicidad en la cual se ve envuelto quien la padece y se observa con frecuencia, que el envidioso llega a estados críticos de salud, tal vez por su actitud negativa y su capacidad para disociar y dañar a los otros, a las administraciones y a los gobiernos en general.

La postura puede ser crítica, con profundidad y responsabilidad, en la búsqueda de la transformación y del cambio; pero, además, con argumentos propositivos, que permitan solucionar la situación que se siente como negativa.

Los ciudadanos, funcionarios, adeptos, tienen responsabilidad social, pero si se limitan a la cizaña, pueden lograr la división y la creación de subgrupos con fines maledicentes porque siguen creyendo, en el viejo adagio: “divide y reinarás”, que quedará difícil cuando se encuentra con personas de estatura conceptual, política, económica o social, capaces de rechazar comentarios que no van con su condición.

El envidioso, que es fácil encontrarlo en cualquier lugar, es un insatisfecho, digno de lástima, porque el sentimiento de frustración ante el bien ajeno, le impide ser feliz,  y seguramente su vida suma fracasos, complejos y carencias.

Cuando el triunfo llega a cantantes, futbolistas, corredores de carreras, polítcos, entrenotros, se escuchan comentarios que van en búsqueda exclusiva de disminuir la gloria del glorificado, buscando el detrimento del honor, llegando al irrespeto.

Credito
INDIRA ORFA TATIANA ROJAS

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