Cauca: entrecruzamiento de conflictos

Las relaciones entre conflictos sociales y conflictos armados no han estado exentas de altas tensiones en la medida en que los actores sociales, en especial las comunidades indígenas, han reivindicado su autonomía y la no injerencia de los actores armados en sus luchas.

El Cauca estuvo los últimos días en el centro de la atención nacional y para algunos pareciera que esto es algo novedoso, en especial la reacción de las comunidades indígenas, sus autoridades y la Guardia Indígena, pero realmente se trata de una región con una larga historia de conflictos sociales y conflictos armados que por momentos pretenden entrecruzarse y un Estado y una élite tradicional que no saben leer esta problemática, o que la hace de una manera muy próxima a la época de la Guerra Fría, sólo que ahora los ‘comunistas’ son los indígenas o, en el mejor de los casos, los ven como instrumento de los guerrilleros.

En el Cauca, históricamente habitado por población indígena -de diversos pueblos-, igualmente cuenta con importante población afrodescendiente y una significativa migración de campesinos. Ha sido una región con una alta concentración de la tierra en pocas manos. Por ello los conflictos agrarios -lucha por la tierra-, y por el territorio, han marcado buena parte de su historia. Hemos visto las luchas indígenas, que se remontan a las precursoras de Quintín Lame a comienzos del siglo XX, pasando por las que se originan a partir de los 70, con la creación del Cric, primero, y luego otra serie de organizaciones indígenas. Pero también han estado presentes enfrentamientos entre campesinos e indígenas y entre indígenas y poblaciones afrodescendientes. El Cauca, además, es uno de los departamentos con altos niveles de pobreza y exclusión.


Igualmente, el conflicto interno armado y sus actores han estado presentes en esta región. En Riochiquito se asentó uno de los grupos campesinos de autodefensa que, posterior a la operación Marquetalia, van a originar las FARC; también en el Cauca hubo una presencia significativa del M-19 y allí fue donde ensayó la conformación del llamado ‘Batallón América’ e intentó unas modalidades de guerra de posiciones, aprovechando la geografía de la región -hay presencia de altas montañas con nubosidad y es una región con pasos hacia varios departamentos-. Igualmente allí hizo presencia el Movimiento Armado Quintín Lame, en los 70 y 80. También hicieron presencia, primero, los ‘pájaros’ -grupos privados de actuar violento- al servicio de terratenientes, y luego expresiones del paramilitarismo.


Ahora bien, las relaciones entre conflictos sociales y conflictos armados no han estado exentas de altas tensiones en la medida en que los actores sociales, en especial las comunidades indígenas, han reivindicado su autonomía y la no injerencia de los actores armados en sus luchas.


Por ello las expresiones de conflictos que hemos presenciado las últimas semanas -especialmente en el Norte del Cauca- reflejan esa larga conflictividad. De una parte, las FARC, que tienen allí no sólo al Comando Conjunto de Occidente al mando de Pablo Catatumbo, sino al frente Seis y la columna Jacobo Arenas, y la nueva estrategia de la Fuerza Pública de tratar de controlar la parte alta de la cordillera y ganar control del territorio a esta organización guerrillera. Pero, al tiempo, las organizaciones indígenas, fatigadas con estar en medio de la confrontación armada, reivindican el desalojo de los territorios indígenas de todos los actores armados -legales e ilegales-.


El Estado central no ha sabido leer esta compleja situación y supone que exclusivamente con invocar el principio de autoridad, tener presencia de Fuerza Pública y desconfiar de las organizaciones indígenas a las que ve como ‘aliadas’ de la guerrilla, va a ganar legitimidad y respeto de la población. Pero esto lo que refleja es falta de reconocimiento y respeto por las autoridades indígenas, con las que debería diseñar una estrategia concertada.


Colprensa

Credito
ALEJO VARGAS VELÁSQUEZ

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