Expectativas y realidades

Tras 200 años de independencia todavía Colombia es un país en formación en donde imperan débiles instituciones.

En los dos últimos decenios del siglo pasado se produjo en Colombia un notorio cambio en las instituciones y el sistema orgánico del país a la cola de propuestas tales como la descentralización administrativa, la elección popular de alcaldes y gobernadores y, por encima de todo, la Constitución de 1991.

 

Se crearon muchas expectativas, se supuso que atrás iba a quedar el lastre de instituciones corruptas y desuetas, que las regiones y comunidades iban a tomar para sí el timón de su futuro y que una democracia participativa haría que los derechos planteados en la Carta habrían de tener una concreción para beneficio de todos y cada uno de los ciudadanos.

 

Ese renacer de ideas y propuestas encaminadas a la consolidación de la democracia, el logro de la equidad y el imperio de la justicia están todavía muy lejos de haberse convertido en realidad y, si cabe, la reacción producida por la sola enunciación de los derechos ha convocado la cerrada oposición, la decidida obstrucción y el empleo de todos los instrumentos –legales e ilegales – para hacer fracasar la modernización y transparencia del Estado y, por el contrario, solidificar la permanencia del statu quo, la preservación de las prerrogativas para unos pocos y las desigualdades.

 

Paradójicamente fuerzas de lados opuestos del espectro político han contribuido en la intención de hacer fracasar el avance de la participación ciudadana y el ejercicio universal de los derechos. Si se quiere, algunas de las iniciativas, concebidas como portadoras de un alto contenido pedagógico, como las que entrañan la elección popular de alcaldes y gobernadores, han servido más bien para descentralizar nocivas fórmulas administrativas en lugar de convertirse en la fórmula mediante la cual las comunidades eligen su propio destino, establecen prioridades para el empleo de los esfuerzos y los recursos y premian o castigan con su voto el ejercicio público de personas, partidos o movimientos políticos. Tras 200 años de independencia todavía Colombia es un país en formación en donde imperan débiles instituciones. 

EL NUEVO DÍA

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