¿La nueva Guerra de Crimea?

Hay mucho más en juego que las tensiones entre los tártaros y los rusos. De hecho el gas del Reino Unido, Francia y Alemania pasa por Ucrania; el acceso de Rusia al Mediterráneo está en la región y la península tiene enormes depósitos de petróleo.

Las sangrientas protestas en Ucrania que llevaron a la caída del presidente Víktor Yanukóvich han ido evolucionando aceleradamente, al punto de que la Asamblea de la República Autónoma de Crimea ha aprobado su escisión de Ucrania y su adhesión a la Federación Rusa.

Los sucesos han puesto de presente las ambiciones imperialistas de Vladimir Putin, quien pretende recuperar la influencia y el poderío de la Unión Soviética y ha ido tanteando el terreno en diversos escenarios internos y externos hasta su abierta intervención con el envío de tropas a Crimea y la toma de la flota ucraniana en el Mar Negro por la marina rusa.

La actitud del antiguo funcionario de la KGB es una repetición de lo narrado por Pushkin, Tolstoi o el mismo Eisenstein, en ‘El Acorazado Potemkin’, y resulta tan inherentemente ruso como el vodka o el imperialismo, que bien puede ser protagonizada por Iván, Catalina, Alejandro, Stalin o el mismo Putin.

En esa zona ocurrió la famosa Carga de la Brigada Ligera en la Batalla de Balaclava, el cerco de Sebastopol en la Guerra de Crimea o el de Odessa años más tarde.

Los argumentos para la intervención de Putin traen a la memoria lo ocurrido en Sarajevo o las excusas de Hitler para invadir los Sudetes y reviven los fantasmas de los tanques soviéticos en Budapest en 1954 o el quiebre de la Primavera de Praga en 1968.

Putin ya había pisado fuerte en Irán, Libia y, particularmente en Siria, cuando vetó la intervención de las Naciones Unidas en la sangría en ese país; en esta ocasión, la reacción de la Unión Europea y Estados Unidos con la amenaza de sanciones económicas y diplomáticas lo ha forzado a adoptar un tono más negociador. De hecho, ya Estados Unidos ha decidido no enviar delegación a los Juegos Paralímpicos de Invierno en Sochi y las naciones agrupadas en el G-8 amenazan con boicotear la reunión del organismo en la ciudad olímpica, además de la exclusión de Rusia del grupo.

Hay mucho más en juego que las tensiones entre los tártaros y los rusos. De hecho el gas del Reino Unido, Francia y Alemania pasa por Ucrania; el acceso de Rusia al Mediterráneo está en la región y la península tiene enormes depósitos de petróleo.

Con tan similares repeticiones de los hechos históricos falta ver si el asunto termina en una guerra de las características de la de los Balcanes o si Kerry hace el papel de Chamberlain en la crisis.

EL NUEVO DÍA

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