Al problema de la disminución de los caudales que ha tenido por varias semanas a los usuarios bajo un sistema de “semaforización”, según el cual se distribuye el agua por distritos, de forma que se regula la presión por sectores, se agregaron las fuertes lluvias que ocasionaron daños severos y llevaron al cierre de la bocatoma del río Combeima desde el domingo y dejaron la ciudad sin agua por tres días.
La alcaldesa Johana Aranda se vio obligada a declarar la emergencia por desabastecimiento de agua, y a tomar medidas extremas como que las instituciones educativas públicas cumplan sus actividades de forma remota, lo mismo que los funcionarios de la Alcaldía; privilegiar el servicio para los centros hospitalarios, prohibir el ingreso de público a escenarios como el estadio, el parque Deportivo y el Panóptico y restringir la operación de los lavaderos de carros por 24 horas. En la tarde de ayer se anunció que ya se arregló el daño, pero la emergencia se mantiene porque el servicio sería restablecido por completo horas después.
No obstante los anuncios sobre las nuevas obras que mejorarían el servicio, aún la ciudad está lejos de superar el problema de la bocatoma del Combeima que sigue siendo el principal abastecedor de agua.
La problemática del abastecimiento de agua se debe principalmente a errores de planeación, al permitir edificaciones en áreas que están por fuera de la cobertura del Ibal. En 2017 se expidió un decreto para restringir la aprobación de licencias de construcción en los lugares en los que no había servicios de agua y alcantarillado; por esta razón, el alcalde de la época, Guillermo Alfonso Jaramillo, fue tildado de estarse oponiendo al desarrollo de la ciudad. La otra gran dificultad obedece a las pérdidas de agua tratada, que están por encima del 50%, por causa de fugas y daños en la tubería y cuya solución requiere una gran inversión.
Por ahora, los ibaguereños deberán ser responsables y hacer un uso racional del agua, porque la temporada de lluvias apenas comienza.
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