El parque Murillo Toro

Con un poco de pesimismo hacemos un llamado a las autoridades y a los usuarios del Parque para que comprendan que es tarea de los que aquí vivimos, construir una ciudad moderna, amable y acogedora, en la que quepamos todos, bajo un ambiente de convivencia y consideración con nuestros conciudadanos.

Ibagué creció alrededor de dos plazas públicas: La Plaza de Bolívar, centro del poder político y religioso de la ciudad, y el Parque Murillo Toro, testigo de importantes acontecimientos históricos del país y la región; en el Parque están ubicados edificios residenciales, gubernamentales y financieros y este ha sido el punto de encuentros políticos, folclóricos y culturales de la ciudad.

Si los ibaguereños tuviéramos suficiente aprecio por nuestra historia y nuestras tradiciones, no habríamos olvidado que el Parque Murillo Toro recibió su nombre en memoria del ilustre tolimense que ocupó la presidencia de la República entre 1864 y 1886 y entre 1872 a 1874. Seguramente recordaríamos que el Parque fue primero la Plazoleta de Santo Domingo y luego pasó a ser la de San Simón pues, en el sitio que hoy ocupa el Banco de la República, antes estaba ubicado el Convento de los dominicos y después, el Colegio San Simón. Este importante plantel educativo fue fundado en 1822 por Francisco de Paula Santander y es reconocido en el país por haber sido una institución de educación que formó a destacados tolimenses de influencia nacional y local.

Lamentablemente para Ibagué, el Parque Murillo Toro se ha convertido en un lugar de refugio de aficionados al rock que lo utilizan los jueves, viernes y sábados para ensayar su música estridente, sin control alguno de las autoridades o respeto por las personas que viven alrededor y que tienen derecho a su descanso. Aclaramos que no tenemos nada en contra del rock, del buen rock. Además, persiste allí el problema de las patinetas y los ciclistas que no solo producen ruido hasta tarde, sino que asustan o atropellan a transeúntes. Y ¿qué decir del olor a marihuana que se percibe cuando se atraviesa la plaza, o la contaminación auditiva por los diferentes eventos que allí se realizan? ¿Por qué no se utilizan otros escenarios para estos eventos ruidosos, que no afecten el bienestar de los ciudadanos? ¿Alguien está pensando en las personas que viven o trabajan a su alrededor? Pero, nada pasa. Solo los vecinos y transeúntes se dan cuenta del problema.

Parte de la formación del ser humano está en el respeto por el otro. Pareciera que nos interesara sentirnos muy actualizados y modernos en algunos aspectos, como la tecnología, mientras que ignoramos lo más elemental de la convivencia. Con un poco de pesimismo hacemos un llamado a las autoridades y a los usuarios del Parque para que comprendan que es tarea de los que aquí vivimos, construir una ciudad moderna, amable y acogedora, en la que quepamos todos, bajo un ambiente de convivencia y consideración con nuestros conciudadanos.

REDACCIÓN EDITORIAL

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