La corrupción rampante en la UNGRD

Es imperativo que las autoridades competentes investiguen a fondo estas denuncias (...) La impunidad solo alimenta la percepción de que la corrupción es un mal tolerado y aceptado en nuestra sociedad, lo cual desdice la legitimidad de nuestras instituciones y socava la ya erosionada confianza en el Estado.

El flagelo de la corrupción no deja de asolar a nuestra nación y de dejar a su paso un rastro de indignación y desconfianza en las instituciones que deberían velar por el bienestar de todos los ciudadanos. El reciente escándalo surgido de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo (UNGRD), relacionado con la compra de carrotanques para La Guajira, ha puesto al descubierto una red de complicidades y prácticas deshonestas que claman por ser erradicadas de raíz. 

Las verdades que el operador de esta red de corrupción ha estado revelando en los últimos días nos dejan como panorama un verdadero lodazal de inmoralidad y delitos contra los bienes y dineros públicos que se ha desbordado de la UNGRD hacia otras instancias gubernamentales y empresas del sector privado. Las confesiones de Pinilla Álvarez no solo han señalado a altos funcionarios gubernamentales, como Sandra Ortiz y Andrés Idárraga Franco, destituidos por el presidente Gustavo Petro, sino que también han puesto en entredicho la integridad de congresistas como Iván Name y Andrés Calle, quienes son, ni más ni menos, los actuales presidente del Senado y la Cámara de Representantes.

El modus operandi utilizado en estos casos de corrupción es desalentadoramente familiar: contratos presuntamente amañados, posibles sobrecostos exorbitantes y adjudicaciones que estarían dirigidas a empresas con conexiones políticas cuestionables. El contrato para la construcción de la margen izquierda del dique del Río Cauca en La Mojana, por ejemplo, es un clara muestra de esta práctica delincuencial, con procesos de licitación presuntamente manipulados para favorecer a determinadas empresas, vinculadas a contratistas con antecedentes cuestionables, todo lo cual pone de manifiesto la urgente necesidad de que se implementen reformas en los procesos de contratación pública para evitar la repetición de estos abusos.

Además, la presencia de funcionarios y empresarios que han sido beneficiarios de contratos millonarios durante administraciones anteriores, como los hermanos Valderrama Cordero y los Serrano Gómez, plantea más interrogantes, esta vez sobre la efectividad de los mecanismos de control y fiscalización. Es imperativo que las autoridades competentes investiguen a fondo estas denuncias de corrupción y que se apliquen las sanciones correspondientes a quienes sean hallados responsables. La impunidad solo alimenta la percepción de que la corrupción es un mal tolerado y aceptado en nuestra sociedad, lo cual desdice la legitimidad de nuestras instituciones y socava la ya erosionada confianza de los ciudadanos en el Estado.

Así mismo, es fundamental fortalecer los mecanismos de transparencia y rendición de cuentas en todas las instancias gubernamentales, así como promover una cultura de integridad y ética en el ejercicio del servicio público. No podemos permitir que unos pocos individuos sigan destruyendo el porvenir de los colombianos. Estos casos de rampante corrupción deben provocar acciones firmes y decididas que conduzcan a la erradicación de este cáncer que desde hace ya muchos años corroe los cimientos de nuestra democracia y nuestra sociedad. Solo así podremos aspirar a un futuro más justo y próspero para todos los colombianos.

 

El Nuevo Dia

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