¡Se cayó la casona de Jorge Isaacs!

Los miles de ibaguereños y turistas que cada fin de semana se desplazan por la vía hacia el cañón del Combeima, en pos de un clima más fresco, la variada oferta gastronómica y los innumerables atractivos naturales, ya se habituaron a mirar impasibles las ruinas de la casa donde Jorge Isaacs pasó los últimos años de su vida.

La edificación, que fue construida a mediados del siglo XIX y que alberga un inapreciable legado histórico y cultural, no aguantó el paso de los años ni la desidia colectiva. Las pocas paredes que aún quedan en pie, y que se resisten a caer, son un elocuente testimonio del poco aprecio que los ibaguereños tienen por su patrimonio.

La ubicación de la casona es inmejorable; se encuentra al borde de la carretera, a diez minutos del centro de Ibagué, en la puerta de entrada al cañón del Combeima, hoy por hoy uno de los lugares más visitados de la capital. Lo anterior, y su significado para las letras colombianas harían de este un excelente centro cultural que atraería miles de turistas. Pero sus atributos no han servido para que las diferentes instancias (estatales, productivas, sociales, educativas, comunitarias) vuelvan sus ojos a ella y procuren rescatarla antes de que termine de colapsar.

Desde 2017, cuando el Ministerio de Cultura declaró ese como el año de Jorge Isaacs, con motivo del aniversario 150 de la publicación de la novela María, no se volvió a mencionar este patrimonio de la ciudad. En aquellos días se informó que se requerían alrededor de dos mil millones de pesos para restaurar el inmueble, y se anunció una inversión por 170 millones de pesos para ejecutar obras de “primeros auxilios” que frenaran su deterioro. 

El argumento que impide que las entidades gubernamentales inviertan en su restauración es que es un bien de propiedad de un particular. Sin embargo, se requiere de una alianza, que reúna entidades públicas y privadas que busquen un camino posible para rescatar un patrimonio que tiene un gran potencial para el turismo.

No hay que esperar a que la casona se acabe de caer para que tengamos que reconocer su significado y lamentar la pérdida de un bien patrimonial irremplazable.

 

El Nuevo Dia

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