A Yaneth y al bebé que llevaba en su vientre los mató el glifosato

EFE / EL NUEVO DÍA
Crédito: EFE / EL NUEVO DÍALa aspersión con glifosato no solo ha demostrado un altísimo impacto en términos sociales y ambientales, sino que también ha dejado en entredicho su eficacia frente a la reducción de cultivos ilícitos.
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La Corte Constitucional prohibió la aspersión aérea con glifosato en 2017 porque está comprobado que puede provocar cáncer.
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Iván Medina lleva 24 años intentando probar en todas las instancias y a todo el mundo que a su mujer, Yaneth Valderrama, y al niño que llevaba en su vientre, los mató el glifosato que un avión de la Policía nacional arrojó cuando ella estaba lavando ropa.

“Nunca se me va a olvidar lo que pasó ese 28 de septiembre de 1998”, dice Medina en una novela gráfica que el Centro de Derechos Reproductivos acaba de publicar contando su historia. Ese día todo se tiñó de verde.

La pareja vivía en Solita, una remota zona rural del departamento de Caquetá, con sus dos hijas pequeñas y estaban felices porque Yaneth esperaba otro bebé.

Ese lunes Iván llevó a las niñas a la escuela y Yaneth se fue a lavar al río, ahí fue cuando escuchó el estruendo de la avioneta de la Policía que expulsó el herbicida sobre cultivos ilícitos antes de que pudiera refugiarse en su casa.

Esa misma noche el bebé comenzó a moverse en la barriga y el dolor a partir a Yaneth en dos; Iván la llevó al hospital de Florencia, a cuatro horas por una pésima carretera, pero no pudieron salvarla. Ella, con apenas 27 años, murió meses después, agobiada por dolores y cansancio.

A Medina, que nunca quiso volver a su parcela en Solita, le tocó “hacer de papá y mamá” para sus hijas.

“La rociaron y eso fue la causa de la muerte de mi esposa”, relata Medina, ahora de 67 años, quien se ha pasado toda su vida repitiendo esa frase. Lo hizo frente a la Procuraduría, la Personería, la Fiscalía y el Ministerio de Defensa. Todos ignoraron el caso.

“Nos encontramos ante un panorama un poco desolador”, asegura a su letrado, Carlos Sánchez, de Conde Abogados. Tenían incluso el testimonio de las médicas que la atendieron, pero nadie les creía.

Finalmente lo llevaron a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, que en 2018 lo aceptó como el primer caso de muerte por glifosato con el Estado como responsable.

 

Una vida buscando reconocimiento

A Yaneth la mató el glifosato y la primera en reconocerlo fue la directora de la clínica. “Ese herbicida que vuelve seca la tierra había hecho lo mismo con mi esposa: la había secado por dentro”, pensó entonces Medina.

Durante ocho años “dijeron que sí había muerto intoxicada pero no con glifosato”, relata Medina, a quien el largo proceso le mermó los ánimos y el bolsillo.

La Corte Constitucional prohibió la aspersión aérea con glifosato en 2017 porque está comprobado que puede provocar cáncer, una decisión que el anterior Gobierno de Iván Duque intentó revertir sin éxito.

Los daños causados por ese herbicida son conocidos desde hace tiempo, pero “los efectos particulares en mujeres y niñas han sido temas invisibles”, considera la abogada Cristina Rosero, del Centro de Derechos Reproductivos.

Esa nube verde también acabó con la “parcelita” de Iván donde cultivaba 80 palmas de chontaduro y otros frutales que acabaron secos por el veneno.

Suministrada / El Nuevo Día
Archivo / EL NUEVO DÍA Cristina Rosero, abogada del Centro de Derechos Reproductivos.

 

Criminalización de la mata

La historia de Yaneth también da una “dimensión humana” a los daños que la política de drogas ha causado en el país, donde solo se piensa en hectáreas erradicadas y no en los afectados, afirma Rosero.

“Yo trabajaba ayudando a los vecinos que tenían esa mata”, reconoce Medina, pero él nunca se dedicó a eso. Como él hay millones en un país donde proliferan los cultivos de coca y donde los cultivadores son el último eslabón de una lucrativa cadena.

“La política de drogas no tuvo en cuenta las preocupaciones y las necesidades de las comunidades”, considera Rosero, quien también habla del estigma que sufren los campesinos y quienes se atreven a denunciar.

De las 17.000 denuncias recibidas sobre este asunto, el 96 % ha sido desestimado o las víctimas no han recibido reparación. Además, muchos optan por callar para evitar investigaciones de las autoridades, aunque no cultiven coca.

Por esa política antidroga que durante años buscó erradicar sin importar las consecuencias, Yaneth conocía bien el ruido de los aviones de la Policía. Medina recuerda tres fumigaciones en su zona, aunque la que mató a su mujer fue la primera.

Tras la “lluvia verde” -dice Medina- las vacas abortaban, las hierbas se ahogaban y las crías de los animalitos nacían con tres patas u otras deformaciones.

Por eso quiere que se conozca su caso, en momentos en que el Gobierno plantea otra política antidroga, sin las fumigaciones aéreas con glifosato como la que mató a su esposa Yaneth.

 

Dato

204.000 hectáreas con cultivos ilícitos registra el país, según un informe de la ONU presentado hace una semana. 

 

Credito
IRENE ESCUDERO EFE

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