Ecos de un Centenario

SUMINISTRADA – EL NUEVO DÍA
El primordial objeto de este escrito lo constituye hacer una reconstrucción, así sea somera, de algunos de los eventos que con motivo del Centenario de la Independencia se realizaron en la capital del flamante Departamento del Tolima.

I.M. Nicolás María Buenaventura, ibaguereño, prócer y mártir de la Independencia.
Tres hechos acaecidos en 1910 dejaron indelebles recuerdos en los anales patrios: el paso del cometa Halley, el advenimiento del Republicanismo al gobierno y la celebración de los primeros cien años de política independiente en Colombia.

Nunca antes la naturaleza había proyectado un espectáculo tan esplendoroso, despliegue de “pirotecnia sideral” como lo hizo el mentado cometa en su acercamiento al sol en ese año: parecía que el cosmos también se había vinculado a los festejos centenaristas. 

El advenimiento del Republicanismo al gobierno significó el regreso del Partido Liberal a los ministerios, las gobernaciones y las alcaldías, y vendrían cuatro años de concordia política y de responsabilidad compartida; es decir, una especie de “Frente Nacional”. La Junta Republicana, que llevó a la presidencia a Carlos Eduardo Restrepo Gaviria, la presidía en Ibagué el doctor Belisario Esponda Varón, el ilustre patricio liberal. La armonía que imperó en ese cuatrienio se vería afectada, frecuentemente, por las voces de los extremistas de ambos partidos: en la vertiente conservadora, las del ultramontano Marco Fidel Suárez y el juvenil Laureano Gómez Castro; en el liberalismo la corriente opositora estuvo liderada por Rafael Uribe Uribe.

Eventos del Centenario

Pero, el primordial objeto de este escrito lo constituye hacer una reconstrucción, así sea somera, de algunos de los eventos que con motivo del Centenario de la Independencia se realizaron en la capital del flamante Departamento del Tolima.

Connota Hernán Clavijo Ocampo, el diserto historiador ibaguereño en su libro Educación, Política y Modernización en el Tolima, el estado de crisis y depresión moral en que estaban sumidos los colombianos debido a la pasada guerra civil, a la pérdida del Departamento de Panamá y a la reciente caída de la dictadura de Rafael Reyes, lo que originó una avasalladora ola de acendrado patriotismo y de ánimo reconfortante, que se canalizó mediante una trascendental conmemoración de la primera centuria de nuestra emancipación. No en vano la Junta Departamental del Centenario destacaba -citada por el mencionado historiador- “que se trataba de celebrar bellamente la fiesta más hermosa que en un siglo tiene la República… la más gloriosa y grande fecha de la República”.

En 1910, las vías de la ciudad, sin excepción, eran llamadas carreras; no existían calles, y todas tenían nombres de batallas, próceres o héroes. El periodista e historiador Floro Saavedra Espinosa -que se nos fue debiéndonos la crónica de Ibagué- nos habla de las Carreras Bomboná, Independencia y San Mateo (las actuales carreras Primera, Quinta y Séptima, respectivamente) y las Carreras de Atahualpa, La Pola, Sucre y Ayacucho (actuales calles Sexta, Once, Doce y Trece, respectivamente), para citar sólo unos pocos ejemplos. La  moderna nomenclatura se  implementaría en 1915.
La aludida Junta Departamental del Centenario se instaló formalmente el 10 de marzo y eligió como presidente a Manuel Antonio Bonilla Rebellón, entonces rector de San Simón y fundador y director de la revista Tropical (1907-1911); como secretario se nombró a Jesús Antonio Cruz (Martín Pomala), el desconsolado poeta de Ataco. También eran miembros de dicha junta, Alberto Castilla Buenaventura, Marco A. Ochoa, Simón Salazar, Antonio Pineda, Jesús Arbeláez, Mario Rengifo Montealegre, Jesús María Cuervo Galindo y Carlos Carvajal Narváez, entre otros.

En el orden municipal, los eventos -como también lo registra Hernán Clavijo- fueron organizados por Miguel Caldas Caldas, Juan Nepomuceno Buenaventura y Ernesto Saravia Mateus.

La difusión, información y la ambientación de los eventos, que se realizarían desde el 18 de julio hasta el 7 de agosto, estuvo a cargo del periódico El Centenario, el que fue encomendado a la experta pluma de Alberto Castilla. También en la entrega número 13 (septiembre de 1910) de la reseñada revista Tropical quedaron registradas algunas de las actividades que se realizaron en esas fechas., como los desfiles, las retretas, los conciertos, las proyecciones cinematográficas, exposiciones agrícolas e industriales, conferencias, recitales, conciertos, juegos florales, discursos, homenajes, misas campales, la Fiesta del Árbol, actos académicos y la inauguración de obras de infraestructura que tuvieron lugar en el mentado lapso.

Colombia era todavía un país regentado por gramáticos y literatos, razón por la cual uno de los eventos más destacados de estos festejos fue el controvertido concurso poético que la Junta organizó, consistente en la escritura de una Oda a España, delegando el fallo en un jurado, presidido por el médico antioqueño Braulio Estrada Jaramillo, y del que también fueron miembros Clímaco Botero Escobar, Ismael Uribe, Alberto Castilla, Antonio Pineda y Jesús Antonio Cruz, ya mencionado.  En este certamen participaron Manuel Antonio Bonilla, José Eustasio Rivera y Carolina Velásquez P., quienes alcanzaron el primer, segundo y tercer puesto, respectivamente, en fallo dado el 21 de julio. El primer premio consistió en una medalla de oro y un diploma.

Composición a España

 
La Oda a España de Manuel Antonio Bonilla ostentaba una dedicatoria a Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, quien en grata carta le contestó: “Mil gracias señor, por la dedicación de su noble oda, en la que predica con el ejemplo, pues al dirigirla a España se la dirige en robusto y castizo lenguaje y en el alma española. Cierto es que esta, en lo que tiene de más universal y más eterno, en su parte más tenaz y más humana, parece haberse refugiado en esa bendita Colombia, que cada vez me resulta el depositario de la raza… No sabe usted bien cuánto le agradezco el que haya unido mi nombre al de mi patria y el que al ocurrírsele dedicarme un canto haya sido un canto a España. Gracias, gracias… Con verdadero placer seguiré el curso de Tropical. Preparo la publicación de un libro que habrá de titularse probablemente Centena larga de sonetos líricos y lo compondrán ciento y pico de sonetos inéditos. Antes le enviaré uno o dos como primicias y para que aparezcan antes que en ninguna parte en esa revista”.

El mismo jurado también premió con medalla de oro y diploma el escrito realizado por Marco A. Arias Mejía sobre el aporte tolimense a la Guerra Magna, donde sobresalían las figuras de José María Melo Ortiz, José María Vezga, Tadeo Galindo, Nicolás María Buenaventura, Luís Ignacio y Sebastián Urueña, los Loperas, Ramón Espina y otros próceres. 


Los festejos

Pero, pasando a los eventos, se podría afirmar que los festejos se iniciaron a las nueve de la mañana del 18 de julio, cuando, después de una misa campal en la Plaza de Bolívar, comenzó a celebrarse la Fiesta del Árbol, constituida por un desfile desde el Colegio de San Simón hasta la Plazuela Ricaurte (la que posteriormente fue llamada Plazuela Boyacá, hoy reducida a su más ínfima expresión), donde se realizó el acto de siembra de árboles, amenizada por los conjuntos musicales que participaron. Dicho desfile lo encabezaron el obispo de Ibagué, Monseñor Ismael Perdomo Borrero, el Tribunal Superior, el Director de Instrucción Pública y otras prominentes personalidades. Seguidamente hicieron el recorrido, la Banda Militar, la Academia de Música del Tolima (que devendría Conservatorio de Música del Tolima), el Colegio de San Simón, el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, la Escuela Normal, la Escuela Salesiana, las Escuelas Públicas (de niños y niñas), la Escuela de Artes Manuales (llamada después Escuela de Artes y Oficios) y la Banda Salesiana. La jornada de regreso se hizo por las mismas vías.


Plano musical

A propósito de la Academia de Música del Tolima, hay que decir que el maestro Castilla, su director ad honorem, contaba entonces con la colaboración de doña Tulia S. de Páramo, Carlos Julio Montalvo, Guillermo Quevedo Z., Josías Domínguez, el doctor Francisco Lamus Obando y Miguel Ignacio Buenaventura Hernández, padre del ilustre artista Óscar Buenaventura Buenaventura.

La programación de ese día culminó con un acto literario en el Colegio de San Simón, entonces el Alma Mater del departamento, que comenzó a las ocho de la noche. Después del discurso de rigor del rector, el estudiante Alberto Camacho Angarita recitó la Marcha triunfal de Rubén Darío, y luego vinieron, la conferencia del doctor Ismael Uribe,  las intervenciones orquestales, un examen de Historia Patria y otro de Estética, para finalizar con la declamación del poema La bandera, a cargo del joven Alejandro Bernate. Los números musicales fueron interpretados por la orquesta de la Academia de Música del Tolima; Camacho Angarita y Bernate, con el correr de los años, ocuparon carteras ministeriales en la República Liberal. 

Obras de infraestructura

Además de los discursos, retretas, misas, desfiles, juegos florales y otras actividades culturales, hubo dos actos que conllevaban la construcción de obras de infraestructura, que quedaron como testimonio de que en esta ciudad se celebró el Centenario de la Independencia.

 Dichas edificaciones fueron el Templete de la Libertad, ubicado en la Plazuela Ricaurte y la Plaza de Mercado de Santa Librada, cuyas inauguraciones se llevaron a cabo el 20 julio, el templete; y el 21 la Plaza de Mercado, acto que culminó con un almuerzo para los “niños pobres”, servido por distinguidas damas ibaguereñas. Es triste comentar en este punto que ambas fueron demolidas so capa de progreso y otros expedientes. La otra obra planeada fue el Parque del Centenario, bautizado así por obvias razones.

La construcción de la plaza de mercado, que tanto sirviera a Ibagué, generó el desarrollo urbanístico y comercial de la carrera Tercera, desplazando a la Calle Real (Calle Décima, actualmente) en importancia. La erudita historiadora ibaguereña, Luz Ángela Castaño González señala que esta obra se ejecutó por iniciativa privada y que “la propiedad de la plaza pasó a manos de Luis y Francisco Rivera Mazuera en 1911 y, en 1923, se constituyó en propiedad del Municipio”. Comenzando la década de 1960, la municipalidad, esgrimiendo argumentos de higiene y salud pública, decidió clausurarla, demolerla y venderla. Pregunto, ¿no habría sido mejor restaurarla y remodelarla interiormente para darle un destino cultural, como se ha tratado de hacer, infructuosamente, con el Panóptico? De esta central de abastos guardo nostálgicos recuerdos. El templete, claro está, también fue demolido. El Parque del Centenario sólo tomó forma, parcialmente, en 1950. 

 

Resolución 

Como última consideración de este escrito no sobra consignar que ese fervor patriótico, del que hablamos en párrafos anteriores, no sólo se manifestó en la nomenclatura urbana y en las efusivas peroratas pronunciadas en los múltiples actos, sino que también se hizo presente en algunas resoluciones de la Junta Departamental del Centenario -constituida predominantemente por conservadores-, no sin ciertos matices antinorteamericanos, en los que se destacaba la directa injerencia de los Estados Unidos en el despojo de Panamá, del que todavía no se habían restañado las heridas. Hernán Clavijo, al tratar este tema apunta: “En efecto, don Marco A. Ochoa, en la sesión del 29 de marzo, logró que la Junta aprobara una proposición que en cierto modo expresaba la proyección histórico-política de la conmemoración. La proposición hacía en los considerandos un repaso de los acontecimientos que habían agrietado la autonomía y la soberanía de la República, para enfatizar en la relación con los Estados Unidos y en la necesidad de la integración regional de las naciones hispanoamericanas. Es decir que la Junta Departamental del Centenario llegó a pronunciarse sobre la política internacional que debía seguir el Gobierno Nacional”. El artículo 9 de dicha proposición -también citada por Hernán Clavijo- decía: “Que al amparo de este debilitamiento de los lazos fraternales del patriotismo, los Estados Unidos de Norte América con su doctrina Monroe, si bien han dicho establecer un escudo de defensa contra las pretensiones de Reconquista Europea, también lo es que ello no ha sido un pretexto para minar sobre seguro la soberanía e independencia de las naciones suramericanas y para hacer patrimonio en beneficio del imperialismo Yankee que ha ido realizando a medida que lo ha ido necesitando”. Y prosigue Clavijo Ocampo comentando la misma moción: “Calificó de escándalo universal el despojo del territorio y propiedad del Istmo de Panamá, del cual era garante por el tratado de 1846… La resolución exhortaba al Presidente de la República y a la Asamblea Constituyente para que con motivo del 20 de julio propusieran a las cancillerías de Venezuela y Ecuador el acuerdo y firma de un pacto federal defensivo con el fin de salvaguardar solidariamente el territorio, la riqueza y la soberanía de los tres países, así como los derechos e intereses de sus habitantes contra agresiones de naciones extrañas o sus súbditos. También pedía que se hiciera un tratado semejante con las repúblicas de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil”. Es decir, revivir el viejo sueño bolivariano. ¡“Dichosa edad y siglo dichoso” cuando hablar de dignidad y soberanía nacionales y de solidaridad continental no era subversivo!

Los últimos actos conmemorativos del Centenario de la Independencia, ya cercanos al 7 de agosto, se vieron opacados por las expectativas políticas que generó la  inminente posesión del nuevo Presidente de la República, Carlos E. Restrepo Gaviria, y con él, el ingreso a una nueva era de nuestra historia.

Quedaría trunco este esbozo si no hiciese una grata alusión al espléndido aporte que para esta conmemoración brindaron las diferentes colonias que por entonces habitaban esta Villa de San Bonifacio, especialmente el de la antioqueña, en la que se destacaron, Martín Restrepo Escobar, Nicomedes Botero Arango, Juan Uribe, Jesús Arbeláez, Félix A. Vélez, Félix, Celerino y Telésforo Jiménez, y Emiliano Villegas, entre otros.
Finalmente, agradezco a la Academia de Historia del Tolima la amable y obligante invitación para participar en la conmemoración del Bicentenario de la Independencia, y espero no haber sido inferior a este compromiso.

Credito
HERNANDO BONILLA MESA ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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