Una triste despedida

El escabroso manejo que el saliente presidente del Senado, Juan Diego Gómez, le dio a la instalación del nuevo Congreso y el retardatario recibimiento que le dieran Paloma Valencia y compañía a la designación del exmagistrado Iván Velásquez como nuevo ministro de Defensa es un indicio de lo borrascosos que podrían llegar a ser los trámites de las grandes reformas en que está comprometido Gustavo Petro, si este no se hubiera puesto los guantes de seda con los que está manejando la espinosa escogencia de quienes lo acompañarán desde el gabinete ministerial, el cuerpo diplomático y demás importantes cargos.

Malos propósitos

Del presente Congreso, que saldrá por la puerta de atrás el 20 de julio, no podía esperarse más que rematara con nuevas jugadas contrarias a la democracia. Sin ningún disimulo, refundió por enésima vez las buenas maneras y seleccionó a su amaño a los diez finalistas del proceso que desembocará en la elección del nuevo Contralor General.

Las movidas de Petro

Lo que estamos viendo desde el día en que la mitad del país que vota saltó de alegría con el triunfo de Gustavo Petro es el permanente discutir en los medios -los hablados, los escritos y los televisivos- en torno al significado de los muchos esfuerzos realizados por Petro con el fin de acercarse a las fuerzas que no hicieron parte de la coalición que le permitió ganar las elecciones.

Recomendaciones para la paz

Acaba de transcurrir una semana en la cual el país pudo hacer catarsis de un pasado violento, solo comparable con el que sufrió Europa con motivo de la Segunda Guerra Mundial.

Motivos para recular

Con motivo del paro que adelanta el pueblo ecuatoriano, el diario El Espectador, en su editorial del pasado domingo, hizo una afirmación que bien podríamos considerar ínsita al pensamiento de la derecha, con la cual este diario mantenía hasta hace algún tiempo una saludable distancia, la misma que hoy parece estorbarle. Según el editorialista, “lo que les resta legitimidad a las reivindicaciones es que se tenga que acudir a las vías de hecho para lograrlas”.

¡Petro y pueblo, unidos para vencer!

Terminó la incertidumbre; Gustavo Petro se hizo presidente, y con su elección el pueblo colombiano ha comenzado lo que podríamos llamar un rompimiento histórico con las castas dominantes, desde siempre preocupadas tan solo por nutrir sus privilegios.

No nos equivoquemos

De Roy Barreras se conoce el énfasis que suele ponerle a sus expresiones, muchas veces hiperbólicas, lo cual obliga a que, para entenderlas correctamente, haya que despojarlas de su fuerza. En tal estilo habló en una reunión de la dirección de la campaña de Gustavo Petro, celebrada hace ya 10 meses, y eso dio para que los Ficos y Fajardos de las campañas perdedoras pusieran el grito en el cielo, se rasgaran las vestiduras, y en un rictus de temeroso desconsuelo, por nadie nunca antes sufrido, se dieran a la tarea de lloriquear comentarios a diestra y siniestra, clamando ejemplar castigo para aquella cúpula política que tan criminalmente los trataba, así jamás hubieran percibido el más mínimo atisbo de que quisieran concretar las presuntas amenazas.

Sin excesiva confianza

Muchos comentaristas políticos se han dado a la tarea de mostrar a Gustavo Petro como el gran perdedor de los pasados comicios. Según dicen, Petro perdió porque se propuso ganar en primera vuelta, y los votos no le alcanzaron. Perdió porque Rodolfo Hernández, encontrará en las filas de Federico Gutiérrez los votos necesarios para superarlo en la segunda. Y perdió porque en segunda vuelta necesitará un gran número de votos adicionales, pero ya no tiene dónde ni cómo conseguirlos.

¡Hurra, Petro, hurra!

Hablaron las urnas y confirmaron la letra gruesa de lo que habían vaticinado las encuestas: Gustavo Petro ganó y el pueblo colombiano está a una vuelta de piñón de hacerse con el control del gobierno nacional. Ese pueblo ha dicho no más corrupción, no más mafias en el poder, no más decisiones contrarias a su voluntad, no más uribismo ni varguismo, no más gavirismo y ojalá pronto pueda extender su rechazo a todos los clanes que se adueñaron del Estado, y hoy lo manejan contra de los intereses populares.

El Petro por el que votaré

Entre políticos colombianos ha sido frecuente el uso del humor negro para ridiculizar a los contrincantes y reducir el impacto de sus propuestas.