¡No lo deje oxidar!

Crédito: SUMINISTRADA/EL NUEVO DÍA¿Hay algo en su vida que se esté resquebrajando?
Si una puerta está desvencijada es porque se ha ido ‘percudiendo’ con el paso del tiempo. De igual forma, el estar a la intemperie hace que ella se vea desaliñada y con la pintura desgastada; incluso es probable que la chapa se le oxide. 
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En términos prácticos, a dicho ‘portón’ se le puede devolver su aspecto original pintándola de nuevo. ¡Claro! Eso se puede hacer cuando se trata de un material físico. Sin embargo, cuando nuestra vida es la que se ve expuesta a la constante pérdida de valores no resulta nada fácil restaurarla.

¿A qué voy? A que en la actualidad la moralidad, el lenguaje respetuoso, la honestidad y la decencia se han ido ‘enmoheciendo’ por la trivialidad que lastimosamente domina al mundo. 

Lo peor es que, en lugar de detectar y frenar las causas de ese decaimiento, nos estamos dejando arrastrar por esa corriente frívola y, en cierta medida, el matiz de nuestra esencia se ha ido desbaratando.   

Los efectos de esa permisividad por la vulgaridad, por la chabacanería o por la suciedad del entorno se reflejan en nuestro espíritu. Dejar entrar a nuestra vida la grosería, la bastedad y el desdén es grave y nos conduce al degeneramiento.

¿Hay algo en su vida que se esté resquebrajando? Si es así y no hace a algo para repararlo, de una manera paulatina, comenzará a experimentar que todas sus cosas se le irán desarreglando.

No puede ir por la vida ‘haciéndose el de la vista gorda’ con las situaciones que debe solucionar, so pena de hundirse más en el óxido y en el descuido.

Tampoco puede darse el lujo de faltar a su palabra ni negociar sus valores; si lo hace, si se deja embadurnar por la falta de respeto, le abre la puerta a la ‘desorganización’.  Así las cosas, poco a poco se irán hundiendo cada día más.

No se deje impregnar de malos hábitos, no permita que su forma de expresarse se degenere, no caiga en excesos ni mucho menos se deje llevar por actitudes lambonas, superfluas o desobligantes; todo lo contrario, practique la decencia, compórtese bien y haga de su buen hablar un distintivo que le haga brillar en cualquier situación.

Es fundamental cuidar esos detalles que, aunque parecen pequeños, tienen su importancia en el diario vivir y, mejor aún, serán sus mejores credenciales.

No sea permisivo con su desorden; no se acostumbre a vivir en medio de la podredumbre. 

¡Jamás abandone los ideales con los que estudió, con los que conformó su hogar o con los que entabló algún proyecto!

Y recuerde que esas cosas no dependen de una empresa o de una posición económica; es su decisión. 

Es decir, usted elige cómo quiere vivir su vida y, haga lo que haga, no puede terminar culpando a los demás de su situación personal.  

 

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