Lo que reflejamos por fuera y por dentro: ¡no vivamos de apariencias!

Crédito: Tomada de: Pixabay¡no vivamos de apariencias!
Debemos ser más auténticos y transparentes. Todo lo que somos por dentro, se refleja afuera.
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Podemos fingir durante unos días, mostrar una cara amable y pretender que ‘todo es felicidad’; pero si la cosa no es real, esa imagen no nos durará mucho. A veces nos esforzamos demasiado para que otros crean que estamos ‘bien’, sin saber que la esencia termina desnudándonos.

Las apariencias que solemos desplegar hacen que nuestra realidad se vaya diluyendo tanto, que peligrosamente nos acostumbramos a ser postizos, y en más de una ocasión escapamos de la verdad.

En la forma de vestir, por citar solo un ejemplo cotidiano, estamos demasiado pendientes de las ‘pintas’ que vamos a lucir: combinamos los colores de los pantalones con los de las correas y los de las medias, pero nunca nos detenemos a pensar que lo más importante es que el vestido esté limpio y, sobre todo, que no tenga arrugas.

Ojo con las apariencias, lo importante es la esencia. Tenemos cierto derecho a ser un poco vanidosos, pero recordemos que siempre valdremos más que un traje, sin contar que ‘el hábito no hace al monje’.

Si tuviéramos en cuenta que la esencia es fundamental para lo que reflejamos en el exterior, no nos preocuparíamos tanto por disimular.

La verdad es que casi todo el tiempo vivimos haciendo hasta lo imposible para evitar que los demás piensen mal de nosotros. O, en su defecto, no queremos que piensen algo contrario a lo que queremos proyectar. 

No es que esté mal preocuparnos por la imagen que reflejamos; sin embargo, no podemos vivir condicionados por lo que piensen, opinen o crean los demás de nosotros.  

No podemos andar por la vida llenos de pensamientos sobre lo que los otros tienen en la cabeza. 

El miedo al ‘qué dirán’ nos manipula y, peor aún, nos hace sentir observados en todo momento.

Acudamos al desarrollo de nuestra espiritualidad; es decir, debemos avivar las posibilidades de estar permeados por el mundo de Dios, independiente de la creencia o del culto que practiquemos.

La espiritualidad nos invita siempre a estar dispuestos a recibir del Ser Superior su esencia, la luz, fuerza y bondad con la que podemos invadir nuestra humanidad.

No podemos seguir alimentando la fea costumbre de distorsionar la realidad. Lo menciono porque casi siempre suponemos que nuestras percepciones son representaciones exactas, cuando está comprobado que el 90 % de las cosas ‘malas’ que creemos que nos van a pasar nunca ocurren y terminan en simples conjeturas.

No sigamos almacenando pensamientos que son anomalías de la mente y que siempre nos llevan a ver lo que no es. Si somos inseguros, vemos fantasmas a toda hora. 

Los ojos son las antorchas de lo que llevamos por dentro, así que  tenemos que cuidar nuestro mundo interior.

 

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