Un hijo de Anzoátegui que combatió en la Guerra del Sinaí

Crédito: HÉLMER PARRA – EL NUEVO DÍAPedro Antonio Muñoz Arévalo pasa sus días en su vivienda ubicada en el barrio El Ecuador.
Dos anzoategunos tuvieron la oportunidad de ser parte del primer contingente del Batallón Colombia en la guerra del Canal del Suez. Uno de ellos ya falleció y el otro cuenta su historia militar.
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En su vivienda ubicada en el barrio El Ecuador, en Anzoátegui, pasa sus días Pedro Antonio Muñoz Arévalo, quien tiene el honor de haber sido uno de los dos anzoategunos que hicieron parte del primer contingente del Batallón Colombia número Dos que combatió en la Guerra del Sinaí.

A sus 84 años conserva intactas sus memorias de cuando se enlistó en el Ejército Nacional, combatió en el sur del Tolima y luego alzó la mano para iniciar viaje al continente africano; en una lucha de naciones que apenas conocía.

Nacido el 30 de agosto de 1936, tuvo que ser criado solamente por su madre, debido a que 20 días después de haber llegado a este mundo, falleció su progenitor. Toda la responsabilidad cayó sobre su madre, quien tuvo que sacar adelante a siete hijos.

“Mi mamá era muy estricta, menos mal a mí no me gustó el trago ni el juego, porque a la casa no se podía llegar después de las 8 de la noche, no nos dejaba entrar”, recuerda.

Su niñez pasó muy rápido entre las montañas y poco la disfrutó. Vivió en El Fierro, cerca a la vereda Totare, y debido a que la escuela quedaba bastante lejos, solamente estudió hasta tercero de primaria.

Narra Pedro Antonio, que cuando cumplió los 17 años ansiaba prestar servicio militar para tener su libreta, y en una ocasión llegaron los soldados para reclutar a los mayores de edad en Anzoátegui y él decidió presentarse.

“Cuando dije que tenía 17 me respondieron que no podía, también pensé que no iba a servir porque era demasiado flaco. Pero yo quería irme y allá me dijeron, ‘sí no se llena el cupo con los que salgan de Santa Isabel, lo llevamos’, y me citaron a los pocos días para que me presentara.

“Me fui con otro muchacho (Juanito Solanilla quien falleció el año anterior), hasta Venadillo, nos tocó irnos desde acá a pie y allá nos recogieron, nos llevaron a Palmarosa hasta que nos subimos al tren, eso venía cantidad de gente”, rememora.

Pasó la noche en el batallón Jaime Rooke. A las 6 de la mañana volvió a tomar el tren y sobre las 9 de la noche llegó a la Escuela de Caballería ubicada en Usaquén (Bogotá).

 

Vida militar

Cuenta Pedro Muñoz, que la vida militar hacia la mitad del siglo pasado era muy difícil, el trato de algunos comandantes era bastante fuerte, y al tolimense lo trataban mal, debido a que para la época, el Departamento vivía en una cruel guerra entre liberales y conservadores que desencadenó la aparición de los bandoleros en el norte y el inicio de las Farc en el sur.

“Esos comandantes eran para acabar con uno. A las 4 de la madrugada nos levantaban y al baño, nos revisaban todo, y si teníamos algo, un par de patadas y al calabozo. Tuvimos un teniente de apellido Congote; para esos días lo echaron para el Tolima y luego a los Llanos y allá lo ‘pelaron’. Dicen que fueron los mismos que pagaron servicio, porque él fue muy tirano.

“Es que cuando eso, existía la ‘Fila Disciplinaria’, los que cometían algo, los dejaban en pantaloneta y a trotar a pata limpia. Les ponían el casco doble acero que formaba unas llagas. El castigado recibía la comida y siga trotando, no se podían quedar quietos. A mí no me la hicieron”.

Cuando culminaron los cuatros meses de entrenamiento militar en la Escuela de Caballería, juró bandera y de una vez para Chaparral y al Cañón de las Hermosas, epicentro de la guerra.

“Eso mataban soldados todos los días; allá duramos un tiempo y de pronto un día el coronel nos formó a todos, y preguntó que quiénes querían viajar al Canal del Suez. Todo el mundo desesperado alzó la mano y cuando explicaron cómo estaba esa guerra entre países, ya pocos la alzamos”, agregó.

 

Rumbo a Egipto

La guerra del Sinaí, o del Suez, ocurrió en 1956 luego de una alianza militar entre Reino Unido, Francia e Israel; en contra de Egipto que buscaba recuperar el control del canal ubicado en su nación, el cual une el mar Mediterráneo con el Mar Rojo; por allí cruzan los barcos provenientes de Medio Oriente a Europa sin bordear África.

En busca de la paz, y con los tres aliados ganando la guerra, se creó la Fuerza de Emergencia de las Naciones Unidas, también conocidos como cascos azules, quienes intercedieron para que los aliados abandonaran la región.

“Durante mi servicio militar en Colombia utilizamos el fusil Famage punto 30, y nos tocó en el avión aprender a armar y desarmar el M1. Viajamos en un Super Constellation de Avianca. Volamos durante cuatro días y cuatro noches porque aterrizó en Brasil, Portugal, Italia y Egipto”, narra.

En Nápoles casi no pueden aterrizar debido a una tormenta que cayó sobre las 3:30 de la madrugada y no les dieron pista. Pasada una hora y luego de sobrevolar una y otra vez la ciudad, pudieron tocar tierra.

“Cuando llegamos a Egipto, el aeropuerto estaba destruido, ejército disparando, eso va uno a la otra vida y vuelve, uno piensa sino en morir en ese momento. El primer carro que nos recibió fue el de Coca Cola a repartirnos bebida”, rememora.

La primera misión fue llegar a Port Saíd y de allí a Port Fuad, ese trayecto fue en una especie de ferry por el canal, allí, según cuenta, había una base anglofrancesa.

“Cuando llegamos, un capitán nos dijo, ‘tranquilos muchachos, pongan cara de vinagre, serios y  vamos para adelante’, nadie dijo nada y llegamos a una plaza, formamos, y volvió a decirnos, ‘muchachos, voy a hablar cómo es la cosa’. Un general le hizo señas para que entrara y nosotros casi que nos orinábamos del miedo. Duraron una media hora adentro.

“Cuando salió el capitán nos dijo, ‘tranquilos muchachos, esto es de nosotros’, y nos volvió el alma al cuerpo. Arriaron el pabellón y ahí mismo izamos los del Batallón Colombia y Naciones Unidas, como señal de posesión. Hubo muchos tiroteos, ráfagas de lado y lado; se veían las trazadoras en las noches”, cuenta.

 

De nuevo al país

“Duramos por allá ocho meses, porque en el Monte Sinaí estuvimos tres meses. Y allá sí era tremendo por las tormentas de arena. Nosotros sabíamos cuándo iba a haber porque los camellos se echaban y no se paraban; el ruido era tenebroso y los centinelas con palas levantaban arena para que no taparan las carpas.

“Nosotros destapamos el aeropuerto de El Arish (Norte), pues en el mapa aparecía y no lo encontraban, y resulta que estaba tapada. De allá mismo salimos para Colombia”, señala.

Dice que cuando llegó a Colombia no hubo recibimientos, ni reconocimientos por su labor; algunos comandantes sí lo llamaron para preguntarle cómo había sido la experiencia.

“Sí me pasó con un Teniente en Santa Isabel, cuando nos dieron licencia, que salió a darme parte, y le dije que yo era un soldado raso que iba a pie para Anzoátegui. Pero no hubo reconocimientos ni nada”, asegura.

Su último día en el cuartel tampoco era lo que esperaba: “Estaba en el Batallón Caldas y eran como las 7:30 de la noche cuando nos echaron para la calle, nos gritaron, ‘para la casa a tomar aguapanela, partida de chusmeros’, y eso nos llovían madrazos. Es que al tolimense le tenían bronca por la guerra que se vivía. ‘Chusmeros, matacuras’, nos gritaban. Esa fue la despedida en ese batallón de Puente Aranda, y después de estar 20 meses, de esos, ocho en el Sinaí.

Finalmente, y al preguntarle por qué no continuó la carrera militar, contesta sin vacilar, “No, muy pocos nos atrevimos a seguir, eso era muy duro, la guerra que se vivió era tremenda”.

Durante 50 años Muñoz Arévalo vivió de los negocios, comerciando con abarrotes.

 

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Juanito Solanilla (q.e.p.d.), quien estuvo también en la Guerra del Suez junto con Pedro Muñoz. Foto:  SUMINISTRADA – EL NUEVO DÍA

Credito
EL NUEVO DÍA

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