Calentamiento global: seis grados que podrían cambiar al mundo.

Imaginémonos un invernadero o la “bandeja” que queda, justamente, bajo el parabrisas de un carro. La luz y el calor del sol penetran al invernadero a través de los plásticos del techo, o ingresan al vehículo por el parabrisas.

La luz se refleja y vuelve a salir hacia el exterior, pero una parte importante del calor queda atrapada en el interior del invernadero, o entre el vidrio y la “bandeja”.

Por esa razón el interior de los invernaderos es mucho más caliente que el exterior, y por eso mismo se ponen tan calientes las monedas que se quedan sobre la “bandeja” (de lo cual nos damos cuenta cuando nos entregan las vueltas en los taxis).


A esto se le da el nombre de “efecto invernadero”, el cual se debe a que los plásticos y el vidrio impiden que el calor se disperse. Lo mismo sucede en la atmósfera terrestre: las radiaciones solares penetran a la atmósfera en forma de luz y de calor, y luego se reflejan en el suelo.


La luz vuelve a salir al espacio exterior, pero una gran parte del calor se queda atrapado por acción de algunos gases que se encuentran en la atmósfera, principalmente el vapor de agua (H2O), el gas carbónico (CO2), el metano (CH4) y otros, como los llamados óxidos nitrosos. Debido a eso reciben el nombre de “gases de efecto invernadero”.


Gracias a eso la temperatura media de nuestro planeta es de +15° Celsius (o centígrados), y no de –18 grados Celsius, como sería el caso de no existir el efecto invernadero.


La temperatura de la Tierra sería demasiado fría para nosotros y en general para los seres vivos. Sin embargo, desde que apareció la llamada “revolución industrial” y los seres humanos comenzamos a consumir grandes cantidades de combustibles fósiles (como el carbón y el petróleo) y a talar y a quemar los bosques del planeta, la cantidad de gas carbónico comenzó a aumentar de manera descontrolada.


Y aumentó también la cantidad de los demás gases de efecto invernadero, como resultado del incremento de la ganadería (la mayor cantidad del metano se produce en los estómagos de rumiantes como las vacas), de la descomposición de las basuras y del abuso de agroquímicos y plaguicidas.

Colombia emite alrededor del 0.35 por ciento de los gases de efecto invernadero que llegan a la atmósfera.
Los países de América Latina y el Caribe, en su conjunto, emiten alrededor del seis por ciento, mientras que entre los estados Unidos y China, por ejemplo, emiten cerca del 60 por ciento.

Por eso es a esos países –en general a todos los que se llaman a sí mismos “desarrollados”- a los que les corresponde llevar a cabo los mayores esfuerzos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Nuestra mayor contribución al problema se produce a través de la deforestación y, en general, a los cambios en los usos del suelo.
    La deforestación y las quemas subsecuentes no solamente emiten a la atmósfera gases de efecto invernadero, sino que destruyen la capacidad de los ecosistemas para absorber gas carbónico y debilitan la capacidad de resistencia y de resiliencia de nuestros territorios frente a las amenazas procedentes del cambio climático y de la variabilidad climática.
    El efecto invernadero, que hasta cierto punto es benéfico y necesario para la vida en la Tierra, se volvió tan fuerte que hoy esa parte excesiva ya constituye una amenaza.
    Basta el incremento de uno o dos grados en la temperatura promedio del planeta, para que surjan transformaciones climáticas que superan nuestra capacidad para convivir con los cambios.
    La humanidad está haciendo esfuerzos por reducir las emisiones de efecto invernadero, que se traducen en convenciones como el Protocolo de Kioto (1997) o en reuniones internacionales con resultados frustrantes, como la de
Copenhague (2009).
    El problema es que aunque esos acuerdos internacionales obtuvieran los resultados esperados (lo cual no siempre sucede), los gases de efecto invernadero que ya se encuentran en la atmósfera continuarán calentando el clima del planeta durante los próximos –posiblemente- 100 años.
    El cambio climático es un proceso global, de escala planetaria, pero los efectos concretos de ese cambio (por ejemplo el aumento o la reducción de las lluvias muy por encima o muy por debajo de los límites a que estamos acostumbrados, o el aumento del nivel del mar o de los niveles de los ríos mucho más allá de lo que conocíamos antes), se producen en territorios locales.
    Es decir, en los Municipios, en los Departamentos y en las demás “entidades territoriales” que ustedes tienen en sus manos.
    A partir de ahora, gobernar no es solamente lograr acuerdos y solucionar conflictos entre actores y sectores humanos.
    La Naturaleza también tiene que ser tenida en cuenta por las buenas, para que no la obliguemos a manifestar su descontento por las malas.

Credito
GUSTAVO WILCHES CHAUX

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