Para el otro lado del mundo

EL NUEVO DÍA
En décadas anteriores, cuando mis abuelos y bisabuelos eran jóvenes, el arte de viajar era una práctica exclusiva para personas económicamente acomodadas.

 No obstante, y en particular, gracias al avance tecnológico de las telecomunicaciones que han acortado las distancias entre un punto del mundo y otro, así como el incremento en la oferta de trayectos aéreos a diferentes partes del mundo, este arte está ahora al alcance de una población cada vez mayor, hambrienta de saborear  nuevas culturas.

Mi próximo viaje, al cual partiré el primero de noviembre del presente año, es el sudeste asiático especialmente Tailandia y el enigmático país de Myanmar –también conocido por algunos activistas de los Derechos Humanos como Burma o Birmania-, así como el gran templo de Angkor en Camboya.

Me voy en esta época del año pues según leí, es la mejor época para ir a aquella zona ya que, por un lado, han cesado las lluvias monzónicas, y por el otro, los días son mucho más templados y no tan sofocantes. A la hora de emprender un viaje es importante buscar y estudiar las condiciones climáticas del destino, puesto que, ir en la época equivocada puede hacerlos pasar un mal rato, en vez de aprovecharlo como es debido.

Hay gente que dice que escoger el lugar de destino es toda una tarea, en la cual debe uno pensar en los beneficios que le traerá ese viaje, así de cómo podrá usted ayudar a las personas locales con su visita. Creo que estas aproximaciones son de personas pseudo-intelectuales que pretenden analizar cada una de sus acciones, pero que en realidad sólo están tratando de justificarlas por algún sentimiento inseguro.

Y la verdad es que escoger el lugar de destino es tan fácil como cerrar los ojos y decidir que su dedo lo escoja en un mapa o simplemente ir a ese lugar que, no sabe por qué, siempre le ha llamado la atención. No hay necesidad de una razón. El mundo está lleno de lugares increíbles, tanto naturales como hechos por el hombre, esperando su visita. Entre menos razones, más romántico ¿no es así? Así que Tailandia, Camboya y Myanmar son mis destinos, no sé por qué, tal vez porque están al otro lado del mundo, o porque hice un trabajo sobre uno de ellos en la universidad o simplemente porque así se dio. Ahora que está decidido empieza lo interesante.

Desde el momento en que se decide hacer el viaje y a buscar las promociones de tiquetes aéreos para que su vuelo salga más económico, las inseguridades, miedos y temores entran a jugar un papel predominante en su pensamiento. El simple hecho de pensar en el trayecto hasta Bangkok me hace comerme las uñas: Bogotá-Frankfurt (11 horas). Siete horas de escala en Frankfurt (sin saber alemán). Frankfurt-Bangkok (10 horas y 30 minutos), es decir, casi 30 horas de viaje y ¡solo! Creo que ya tengo mamitis de pensarlo. Y todo eso para llegar a un lugar que no podría ser más diferente que el tranquilo, amable y hogareño cielo ibaguereño.

Todo esto me hace preguntar ¿Qué estoy haciendo?¿Qué tal que me pase algo? O buscar razones para no ir; razones muy válidas como que es muy caro, me gastaré todos los ahorros, está muy lejos. Sin embargo, por más aterrador que resulten estos pensamientos, y haya momentos en donde casi sucumbo ante ellos, tengo en cuenta que el miedo es lo que más limita al ser humano y la emoción de hacer este viaje, por todas sus cualidades, me lleva a eclipsar estos pensamientos y empezar a plantear mi itinerario.

Me voy por 50 días. Un montón. Tres semanas en Tailandia con tres noches en Angkor, Camboya y tres semanas en Myanmar. Pero, ya que me estoy yendo hasta allá, y gracias al universo tengo el tiempo ¿Por qué no quedarme todos esos días? Es más, me quedaría unos cuantos días más, pero ya compré el tiquete y así está decidido. Me voy con un presupuesto reducido, con un morral y quedándome en hostales y tratando, en lo posible, de ahorrarme unas noches viajando en tren y bus 'Over-night', es decir, que salgan a las siete de la noche y lleguen al destino al otro día en la mañana.  Para llegar allá hay múltiples formas de hacerlo.

Mi opción fue Lufthansa, vía Frankfurt, lo cual me gusta pues Alemania no nos pide a los colombianos visa de transito. También se puede por París, Madrid o varias ciudades de Estados Unidos, para lo cual es necesaria una visa americana. Llegar allá es lo caro del viaje. Los tiquetes están entre un rango más o menos de mil 400 y 2 mil 300 dólares en clase económica, claramente. Para conseguir tiquetes aéreos más económicos que lo normal, existen páginas web dedicadas a ello como www.despegar.com, www.expedia.com,  www.kayak.com, www.orbitz.comademás, si se entra a altas horas de la noche, es posible que se consigan aún más baratos. 

Una vez en Tailandia, la economía es más llevadera. Existen hostales de hasta cuatro dólares la noche por persona, es decir, casi ocho mil pesos. Sin embargo, en estos hostales se comparte el cuarto con otras personas (a veces hasta 20) y el baño también. Hay 'lockers' para guardar sus objetos de valor, que en la medida, es mejor dejarlos en Colombia. Probablemente esto de compartir cuarto y baño con otra gente resulta no tan divertido, sin embargo, en mi experiencia, son lugares en donde todos los huéspedes son jóvenes de todo el mundo, en el mismo plan que nosotros y es el mejor lugar para conocer gente, en la eventualidad que estén viajando solos, como yo. 

Para reservar hostales desde Colombia, para lo cual se necesita una tarjeta de crédito, hay miles de páginas web. Entre mis recomendadas está www.hostelworld.com. Allí se encuentran hostales en la mayoría de las ciudades del mundo, con comentarios de huéspedes que se han hospedado en ellos, calificación y fotos del lugar. Esto, para mí, es indispensable a la hora de buscar un hotel u hostal, ya que es mejor saber lo que le espera.

Créanme, cuando llegan a culturas tan diferentes, es probable que nos encontremos con espacios no tan agradables; por no ser explícitos. Llegando a Bangkok el 3 de noviembre después de 30 horas de viaje, me quedaré allá dos noches para luego dirigirme al norte, a la segunda ciudad más grande de Tailandia, Chiang Mai, donde estaré cuatro noches e iré a conocer a la tribu Karen o 'mujeres jirafa' en Mae Hong Son, a aproximadamente cinco horas de Chaing Mai. Posteriormente me dirijo al sur, a la isla Samui, donde asistiré a la famosa fiesta de la luna llena en la vecina isla de Phangan, islas ubicadas en el Golfo de Siam.

Después, me dirijo a la isla de Phi Phi, en el mar de Andaman, donde me quedaré tres noches más, para luego dirigirme a Siam Reap, en Camboya, donde queda el templo de Angkor.  Después, tengo en mi itinerario dirigirme a Myanmar, en donde por ser un país políticamente inestable, embargado por occidente, y con una población turística que no llega al millón de visitantes, comparados con los casi 15 millones que tiene Tailandia, me ha sido difícil crear mi itinerario.

Por ejemplo, en hostelworld no hay hostales en Yangon, la ciudad más importante. Por lo pronto sólo tengo los lugares a los que me interesa ir, por sus atracciones históricas, culturales y naturales. De esta manera, mi segunda parte del viaje está totalmente a la deriva, lo cual también me gusta, pues estar tan amarrado a un itinerario tiene sus defectos, en el sentido que no puedes cambiarlo de llegar a querer quedarte en un lugar más de lo estipulado o quererte ir inmediatamente llegas. 

Hoy en día, “muchos viajan, pocos los que saben viajar. Hay algunos para quienes el placer de viajar se enfoca en comprar trajes y objetos nuevos. Hay otros  para quienes el viajar no solamente encierra una incomodidad, sino que ese aspecto del viaje, borra absolutamente todas sus modalidades y encantos; no les permite gozar nada nuevo, nada desconocido quizá, para el centro de sus emociones propias. Sin embargo, viajar, más que una ciencia, es un arte que reside en deshacerse, absolutamente, de la persona habitual, y tomar, además de poco equipaje, una modalidad espiritual nueva, también” como un día dijo mi bisabuela Emma Villa.

Viajar, salir en busca de panoramas, de horizontes que expandan aún más, el limitado que se forma en los medios pequeños como Ibagué, y aspirar, absorber, estudiar la vida por doquier, para lograr morir contento cuando el tiempo llegue, es una suprema sabiduría. Sabiduría que quiero alcanzar.

Credito
Por JUAN MANUEL GARCÉS. Especial para EL NUEVO DÍA

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